viernes, 1 de mayo de 2009

Verdades falsas

Se ha puesto de moda, ay, explicar desde expertos trabajos lo verdadero y lo falso que hay en determinadas creencias y convicciones de los españoles. Craso error desvelarnos la verdad. Atrevida la verdad que nos quiere sacar del error.

Porque ¿qué es la verdad? ¿qué el error? Rusiñol decía, sentado en Les quatre gats de Barcelona, esperando una de aquellas representaciones de polichinelas tan verdaderas y tan falsas al tiempo que encandilaban a las gentes de comienzos del siglo XX, Rusiñol, digo, advertía: “quien busque la verdad, merecería el castigo de encontrarla”. La verdad, el error: dos liebres huidizas, dos jinetes tras el horizonte, dos nalgas calientes que quieren acoger los tallos de las mejores diabluras.

Nos dijeron hace un tiempo que “la lechera de Burdeos” no es de Goya ni tampoco “el coloso”, ni tampoco... ¡qué sé yo! Es nuestro deber rebelarnos contra estas revelaciones porque ¿de quién puede ser esa mujer suave, con tantas maternidades dentro, con esa mirada de sueños rotos sino de Goya? Goya estaba en Burdeos, allá en su madurez alta, huyendo del sátrapa que gobernaba España y cuando piensa en lo que ha dejado atrás, lo que ve, en sus ensoñaciones de exiliado, en sus deseos de patriota, es una lechera, rica y benévola, madrugadora en sus afanes, solícita, suministradora del mejor y más antiguo de los alimentos. Por ello, solo los ciegos, o quienes tienen sus ojos velados por la vulgaridad, no advierten que en ese cuadro no se trata de representar a ninguna lechera, si por tal se entiende a la señora que en el pasado dejaba a la puerta de casa su cántaro de vida, sino que lo que se pinta es a España misma, España como madre, como fuente, como luz, como jardín, es decir, como lechera.

Pues bien, quien así siente y pinta no puede ser más que un trasterrado genial, es decir, Goya, y no hay escáner ni enjuagues de la ciencia que puedan convencernos de lo contrario.

Ahora bien, las ganas de fastidiar de quienes quieren sacarnos de nuestros errores no acaban aquí. Un libro dedicado a lo que el autor llama con soberbia de bajá oriental “diccionario de falsas creencias” nos advierte de la falsedad de que los vikingos llevaran en sus cascos unos cuernos. Este hombre sabrá de cuernos pero de vikingos... O de que tampoco responde a la verdad la idea de que si una chica joven, en la noche de san Juan, se mira desnuda en un espejo con la luz apagada y una vela encendida en la mano, puede adivinar el futuro sin posibilidad de fallo. ¿Cómo se puede negar que una muchacha de esta suerte ataviada sea capaz de hacer realidad los mejores prodigios? Pero ¿quién autoriza al autor del libro para dudar de esta convicción popular que se alimenta de la poesía y la fecunda el deseo? Una chica en esas condiciones, desnuda y con la luz apagada, con solo el suave reflejo de una vela, visible solo a la mirada de los amadores, es simplemente una maravilla que lleva en sí las más atrevidas evidencias y por eso es capaz de ver el futuro y el presente y el ayer, y los meses que no existen y las horas que nunca llegan a sonar, o no ver nada si no quiere pues se contenta con clavar su forma esbelta en el paisaje de las secretas delicias para dejar en él su estela de inconstancias. Y eso ya es mucho para la noche de san Juan y para la de san Miguel y para cualquier otra que el santoral nos depare.

La verdad nos hace libres pero el error nos hace soñadores. Vivir encadenado al poste de la verdad es una tortura verdadera. La verdad y la mentira son caminos, veredas, atajos para llegar de una orilla a otra, y como lo importante es el viaje y no la posada (como dejó dicho don Miguel de Cervantes) cumple demorarse en él disfrutando de la farsa. Ahora, cuando se llevan los matrimonios de derecho, de hecho, por lo civil, por lo militar y por lo contencioso - administrativo, lo que procede es que la verdad y la mentira se casen por lo fantasioso. Que se besen y nos traigan de su luna de miel una fábula, una alegoría, la trampa de la verdad, la certeza de un error...

6 comentarios:

  1. Precioso comentario.
    Me apunto, siempre que se opte por esas verdades-mentiras, simplemente por ser bonitas.
    Que hay que tener pan, pero también rosas.

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  2. Dice usted, y estoy de acuerdo: "La verdad nos hace libres pero el error nos hace soñadores". Ojalá ese fuera el dilema, la verdad o el error. Pero ¿dónde dejamos la mentira? La mentira suele ser dañina y vuelve un poco miserable a quien la utiliza; por desgracia abunda en nuestros días: La mentira de amor, la mentira política, la mentira social...

    Sáquenme si quieren del error de mi comentario, pero no me digan que es mentira.

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  3. Mi ángel de la guarda se enteró de que era mentira cuando la Comunidad de Madrid inadmitió su solicitud para examinarse de portero de discoteca

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  4. yo prefiero la verdad cuando se trate de temas como:la historia,la política o la ciencia. Pero admito y soy partidaria de la mentira piadosa, esa que decimos para no herir los sentimientos.

    Como dice el refran: "en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el cristal del color en que se mira", este dicho vale muy bien para los relatos históricos, también podiamos incluirlo en la política pero jamás en ciencias como las matemáticas que son exactas y no se pueden ver nada más que de una manera.

    Me parece que mister Sosa Wagner (empleo la palabra inglesa porque no puedo escribir esa n con rayitas) es un poco sentimental y romántico.

    Saludos

    Cristina

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  5. Señor Sosa, es un placer leerle. Maneja usted el lenguaje como hacía mucho que no tenía el placer.

    Gracias por escribir como escribe. Ha sido usted un descubriento no se imagina cuán agradable.

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  6. Acabo de enterarme de la existencia de este imprescindible blog!. Aquí estaré para difrutar de tan magnífica compañía.

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