jueves, 11 de junio de 2009

Hasta pronto

Queridos lectores de este blog:

os agradezco mucho la atención que habéis prestado a los disparates que he ido publicando a lo largo de las últimas semanas. Necesito descansar un poco, tras el ajetreo electoral, y también pensar a qué quiero dedicar mi pluma, ahora que cambia un poco mi vida. Tengo que buscar una nueva orientación, tanto en los escritos serios como en los festivos, y para eso necesito meditar. Un gran abrazo a todos, os tendré en mis pensamientos (en mis oraciones, decían antaño los curas), Paco Sosa

domingo, 7 de junio de 2009

Guinda

Abrir la urna, tras la jornada electoral, es el descorche del champán con el que culmina la fiesta de la Democracia.

viernes, 5 de junio de 2009

Cremas y masajes

Es ciertamente complejo vivir hoy de una manera consciente. ¡Es preciso hacer tantas cosas, estar tan informado...!

Ocurre con las cremas para la piel, reservada hasta hace bien poco a las mujeres y hoy utilizadas de forma creciente también por los hombres que se hidratan, se estiran, se masajean y ocultan ojeras como las mejores vedettes del pasado. Un cajero que en algo se tenga no va por las mañanas a la oficina como antiguamente hacía después de tomarse un buen café con churros; hoy se administra unos cereales y, después, se aplica un hipoalergénico, un liporreductor y pizca de glicerina para retener la humedad. Todos conocemos ya cuál es nuestro Ph y la textura de nuestra película hidrolipídica y quién no sepa qué cosa sea el colágeno es sin más un borrico abandonado por los dioses.

La causa del envejecimiento no está, como hasta hace bien poco hemos creído con atolondramiento, en los disgustos que dan los hijos y en la cuenta corriente que adelgaza sin piedad como una anoréxica, sino en unas moléculas inestables que se llaman "radicales libres" que atacan a las membranas de las células e incluso al núcleo celular. ¡Con la simpatía que hemos tenido siempre a los radicales libres porque nos parecían unos tipos insobornables!

Ahora sabemos que aquello que evita el envejecimiento no es el jamón de cerdo cebado con amores adánicos ni el besugo al horno, sino una coenzima que se conoce como Q-10, una suerte de espía que no da tregua a esos malvados ya citados que son los radicales libres. Lo peor son las células muertas porque, además de enterrarlas, hay que llevar siempre a mano retinol y un SPF para conjurarlas. La urea, que los más zoquetes identificamos con la orina y, por ello, merecedora de nuestra más distante indiferencia, es hoy substancia muy apreciada como hidratante y hasta como exfoliante de suerte que es aconsejable recoger las mejores y más sostenidas micciones como si se tratara de un bien de abolengo.

En fin, como se puede percibir, un lío del que nuestros antepasados se vieron libres: de ahí la oronda silueta y la cara de satisfacción que, insultantes, ofrecen en las viejas fotos familiares.

Y, sin embargo, quién crea que con atender este galimatías ya ha cumplido está bien confundido. Para mantenerse en forma, ágil y joven, es necesario además darse un masaje, no por esas señoritas que al efecto se anuncian proclamando en los periódicos sus hechuras y pujanzas, sino adquiriendo diabólicos aparatitos pensados para calmar dolores, aliviar tensiones, relajar o incluso endurecer los músculos y hacerlos amenazantes al tiempo que se trabaja en la ventanilla o en el andamio.

Hay lo que se llama el digitomasaje que es una pulsera que tiene un pequeño latido como el de un bebé; también la estimulación muscular que, si bien suena a lujurioso tejemaneje, es un casto utensilio, serio y formal aunque lleno de traviesos electrodos que endurecen el abdomen, los glúteos y hasta los muslos, "sedes libidinis", en el decir de los clásicos.

Si se quiere más, se puede echar mano del masaje "shiatsu", más japonés que un reloj (japonés, claro), que deja la nuca y las pantorrillas listas para cualquier empeño. Por menos de seis euros se puede comprar una bola con púas redondeadas que sirve para practicar la reflexoterapia de manos, aunque como su propio nombre no indica, vale asimismo para las cervicales y la espalda. Los más vehementes disponen de un mango de masaje manual (a no confundir con el bálano tradicional) que es un rodillo definitivo para la relajación de ese guerrero urbano en que todos nos hemos convertido. O de la talasoterapia podal o del jacuzzi portátil...

Corolario: quien hoy esté viejo o cansado es por afición.

miércoles, 3 de junio de 2009

Libros y antigripales

¿Se leen libros en España? Es este un asunto que surge a menudo en los medios de comunicación. Tenemos constancia de que ahora se publica mucho más que antes y como las editoriales de algo tienen que vivir, se entiende que venden sus libros y quien los compra es muy probable que los lea, a menos que prefiera utilizarlos como combustible en la chimenea, lo que resulta, por cierto, un destino glorioso para tanta bazofia como ve la luz, aunque solo sea porque el fuego la purifica y, además, la encomienda al cielo, al que asciende en la airosa forma del humo.

Antes de la guerra, Azorín o Unamuno vendían muy poco pero, sin embargo, ganaban dinero Ricardo León y su novia Concha Espina; en el teatro se veía a Benavente y también la "Santa Isabel de Ceres" de Vidal y Planas. Blasco Ibañez se hizo rico aunque en ello acaso influyó el hecho de ser Blasco un personaje que intervenía en la política y a quien, por estas razones, le llevaron a la pantalla "Los cuatro jinetes del apocalipsis". A Blasco Ibañez le gustaba mucho estar en los periódicos y así se cuenta que, cuando se murió, como alguien le diera la noticia a Valle Inclán en el café, éste contestó sin inmutarse: "no haga usted caso, es solo propaganda que él se hace".

Cuando leemos los periódicos del siglo pasado, vemos avisos curiosos que anuncian que en tal librería de Madrid se han recibido cinco ejemplares de la novela "Los miserables" de la que es autor el fecundo escritor francés Víctor Hugo. Venimos pues, en rigor, de un pasado acaso no muy esplendoroso pero en el que los pocos aficionados a la lectura leían y probablemente con provecho. El resto seguía los crímenes y los toros porque, en verdad, que aquellos crímenes eran crímenes selectos, de mucho puñal y mucho veneno, y los celos jugaban un papel tan determinante que Vidal y Planas, a quien antes he citado, mató por celos (fundadísimos) al mediocre escritor pero relevante sablista Antón del Olmet. Además, quienes toreaban eran Joselito y Belmonte. Con las hazañas de estos gigantes, el libro quedaba como un enemigo escuchimizado al que solo prestaban atención eruditos descreídos pero fervorosos de la letra impresa.

Hoy otra es la situación. En cualquier quiosco de periódicos nos encontramos ediciones muy baratas de Balzac o de Clarín. Cervantes y Shakespeare cuelgan de una cuerda como prendas puestas a secar al sol, al lado de los Marsé, Cela o Torrente que también se acogen al tibio calor de las tiradas millonarias.

Pues bien, si todo esto es así ¿por qué se lee tan poco? A veces la causa se busca en la televisión y en los estragos culturales que ésta origina. Sin embargo, la verdadera razón nadie la ha desvelado hasta este momento y es hora de que alguien lo haga: son los fármacos antigripales y anticatarrales los causantes del bajo índice de lectura.

Nadie debe extrañarse de ello porque hasta el descubrimiento de estos medicamentos, quien cogía una gripe o un catarro se metía en la cama y se tiraba diez o doce días bajo las mantas con la bolsa de agua caliente en los pies a la espera de que la enfermedad se despidiera educadamente. En tales molestas circunstancias ¿a qué se podía recurrir si no era a los "Episodios Nacionales" o a las novelas de Palacio Valdés?

Sin embargo ¿qué ocurre ahora? ¿alguien se puede leer de verdad el Ulises o lo último de Philip Roth si con una pastilla efervescente se está en condiciones de acudir a la oficina y rendir en ella de forma plausible?

Las novelas de antaño eran el desenfriol de hogaño.

Estando así las cosas, no queda más remedio que aprovechar la reforma farmacéutica para retirar del mercado vacunas y antigripales. Sólo de esta forma se recuperará el sosiego de la lectura y el placer de una cama sin prisas: ¡la bengala del juego literario y sus metáforas claman por el virus!

martes, 2 de junio de 2009

Tres guindas ilustradas


Respetamos al bosque
porque es orquesta de
madera y viento.










Las montañas tímidas se envuelven en la recatada espuma de la niebla.
















La nieve es el abrigo de pieles de las montañas.

lunes, 1 de junio de 2009

Deporte barato

¡Gran deporte el de la montaña, gran deporte el del ascenso a las cumbres o el del simple senderismo! Y bien barato: apenas unas botas, un gorro para el sol, una mochila liviana... Ahí, en su misma elementalidad, se halla su desgracia porque en él no hay grandes inversiones ni más publicidad que la que pudiera encarecer el amor a la desinteresada contemplación de la naturaleza: ¡placer de párvulos! Que por lo mismo no es, nunca ha sido, buen material para el negocio de grandes ceros. ¿Cuántos caminos hay señalizados adecuadamente para el montañero en esta región, en cualquier región de España? Es de ver, y de lamentar, el abandono que se complacen en practicar las Administraciones respecto de su riqueza forestal para fines deportivos, empezando por los propios municipios, insensibles por ignorantes.

Una experiencia gratificadora al menos camina (y nunca mejor empleado el verbo) en dirección contraria. Y es que un grupo de ciudadanos sencillos, los que no tienen acceso a los grandes medios ni alardean de conocimientos peregrinos, son quienes tienen en la sociedad moderna las más felices ocurrencias. Está en marcha (y nunca mejor empleada la expresión) la iniciativa llamada “Eurorando”, que reivindica la unión de los pueblos a través de sus cañadas. Un grupo de caminantes va de acá para allá, utilizando viejas sendas, abandonados senderos, y así en media Europa, aspiran a llegar hasta Estrasburgo empleando la técnica de los relevos, para entregar en el Parlamento un libro de firmas y un manifiesto.

Un país como España está surcado de norte a sur, de este a oeste, por los viejos caminos del ganado trashumante. Pero de la misma forma que hemos destruido gran parte del patrimonio histórico para edificar vulgaridades, de la misma forma que nos cargamos perspectivas bellísimas en beneficio de una especulación inmobiliaria de cortísimas miras (en León nada menos que la catedral, su mayor riqueza, está sepultada para el viajero que llega a cualquiera de los miradores que circundan la ciudad por un rosario de chabacanería), de la misma forma, digo, hemos borrado los antiguos senderos por inservibles, porque ya no encajan en una sociedad de ridículas prisitas, y ante la mirada complaciente o evasiva de las Administraciones públicas que luego gastan millones en crear rutas artificiales o costosas instalaciones deportivas cuando las naturales, las que están ahí legadas por la historia, mudas sí pero deseosas de un mimo, se olvidan y se sepultan entre la indiferencia y la rapiña. Todo ello contrasta con la práctica en otros países europeos donde las autoridades amparan estas muestras del pasado de los benéficos constructores.

¿Quién da más? La vaga emoción literaria y el disfrute del resonante clamor de los bosques, sus frondas, sus selváticas vestimentas: ¡ahí es nada!