Cuando oímos la radio por medio de un auricular parece que la estamos auscultando.
En los modernos trenes herméticamente cerrados padecemos la cruel amputación del olfato: ni percibimos el aroma de la mar ni nos exalta el olor transparente de la sierra.
jueves, 7 de mayo de 2009
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En el fondo todos querriamos ser médicos, es el bondadoso instinto hacia el semejante. La tecnica es más inhumana y nos anula sentidos en aras de las prisas.
ResponderEliminarY si el dial esta sintonizando la COPE podemos intuir la motilidad gástrica de Dios a punto de evacuar ciento y una miserias sobre esa España enrojecida y masona que se enfunda la minga en latex.
ResponderEliminarPero en los trenes si esnifamos la sobaquera pública, y con ella recobramos esas esencias populares que nos usurpa cotidianamente la sociedad urbanita.
Me gustaría hacer algún viaje, ( corto, que lo de viajar no es lo mío, desde que no se canta en el coche ni en ningún sitio), en uno de esos trenes sin olor.
ResponderEliminarLos que yo he conocido, antes olían a humo, y a humanidad. Ahora, huelen a plástico recalentado, a aire usado, y, frecuentemente, a pesar de su modernidad ¿confort?, y su precio por billete, siguen oliendo a humanidad.
Y no digamos nada de los aviones, donde encima nos contagian...
Viejecita, va a ser que los que huelen no son los trenes, sino los humanos.
ResponderEliminarEstimado profesor ?por qué siempre ve el lado negativo de las cosas?. Lleva razón en lo que ha escrito pero le recuerdo que los trenes modernos como el AVE impresionan al saber que vas a una velocidad alta y no lo percibes, yo me admiro siempre cuando veo con la rapidez que pasan los árboles por mi ventana pero yo no la noto y me pregunto si les pasará igual a los astronautas.
ResponderEliminarSaludos
Cristina
En los herméticos trenes tampoco se escucha la atronadora sinfonía de la civilización.
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