miércoles, 20 de mayo de 2009

Botijo e infamia

No es la primera vez que ocurre pero ahora el asunto adquiere caracteres alarmantes: un científico ha explicado la termodinámica del botijo según la cual sus cualidades resultan de la división de área engendrada por la altura del agua y el diámetro de su superficie más el volumen generado por la rotación del aire.

¿No se dan cuenta estos sabios que hay asuntos que deben hurtarse al conocimiento público? ¿No saben que hay cuestiones trascendentes acerca de las cuales importa mucho no dar un cuarto al pregonero porque el sigilo es fundamental? Está claro que estos tipos no han visto nunca ese botijo entrañable, con forma de cura antiguo, cura preconciliar, regordete y resuelto, que es tan frecuente en los botijos más acreditados.

¡La fórmula del enfriamiento del agua en los botijos! ¿Se ha visto alguna vez tamaña desfachatez? Estos imprudentes han puesto en el encerado de los periódicos que dv partido por dt es igual a K prima. Este, y no otro, es el secreto del botijo, han concluido, y se han quedado tan ufanos desvelando con ello uno de esos misterios de la vida que nos permiten seguir soñando porque nos hacen creer que no todo es real y vulgar sino que existe la magia, la encantación y el suave poder de los conjuros. Es decir, los arbotantes de una vida superior.

¡Y un cuerno! Hay que decirles. Ni nos merecemos tal crueldad ni desde luego la esperaba yo de unos investigadores bien pagados a los que suponía mayor ternura y mejores miramientos.

Porque a mí me parece muy bien que existan estudiosos interesados en averiguar cuestiones intrincadas en laboratorios de gran sofisticación ayudados por los más extravagantes utensilios, también que haya profesores y sabios hábiles en el manejo del hiposulfato, el cromato, el permanganato y el bicarbonato. Ninguna de estas inclinaciones debe ser censurada; antes al contrario, merecen aplauso porque, en un descuido, hasta pueden resultar de provecho.

Ahora bien: una cosa es entretenerse de esta inocente forma y otra bien distinta proclamar y airear el resultado de las investigaciones. Aquí es donde la sindéresis personal del científico debe imponerse porque cuando logra hallar una fórmula, cuando alcanza un descubrimiento relevante, es justamente cuando está obligado a echar mano de algo que no encontrará entre los sulfatos ni los ácidos pero que es básico en la humana condición: la prudencia.

Es ella, es esta vieja y acreditada virtud cardinal, la que debe inspirarle en ese momento delicado en que sus esfuerzos le han colocado ante el éxito. Y es ayudado por ella, y por ella iluminado, como debe proceder a valorar cuál ha de ser su conducta ante los hallazgos que sus mezclas y pócimas le han proporcionado. La cordura debe ser aguja magnética de nuestro comportamiento porque sin ella el pacto social se vendría abajo llevándose por delante certezas de calculada enjundia.

En el caso del botijo, la decisión debería haber sido clara: ocultar, sepultar la fórmula; que nadie la conozca, que nadie la intuya tan siquiera, porque el botijo, esa vasija feliz con su pitón mirífico, ese barro poroso y sencillo con que se viste como un signo de humildad, de cortés candor, el jovial extintor de nuestra sed, el botijo de nuestros veranos de moscas, esa entrañable nevera portátil anterior a las neveras y precursora de lo portátil, no merece en modo alguno que su íntimo enigma, el que estimula nuestra imaginación y nuestra fantasía, quede desvelado y expresado en una vulgar fórmula, apareciéndose ante nuestros ojos desnudo y descifrado: dv partido por dt es igual a K prima.

Esta infamia no tiene nombre. Porque si permitimos que se haga esto con el botijo, iniciamos una permisividad que nos puede conducir a los más extravagantes dislates. Pensemos qué ocurriría si un día unos profesores nos desarman proporcionándonos la raíz cuadrada de la esperanza o la ecuación diferencial de la sorpresa o la regla de interés de la risa o el humor. Adiós, vida; adiós, emociones.

Las fórmulas, para la sulfamida y el ácido ribonucleico. Al botijo, solo nuestro amor.

11 comentarios:

  1. ¡Es una verdadera pena Profesor Sosa Wagner!

    Y no solo lo del botijo, "investigación" que espero no haya costado mucho dinero al erario público. ( Aunque probablemente le haya servido de entretenimiento a algún espíritu científico, que no tenía a mano un sudoku suficientemente estimulante).

    Pero, con lo bonita que era la historia de la creación del mundo en seis días (porque el séptimo, lo hizo Dios p´a descansar, como decían cuando yo era pequeña), y tienen que venirnos con la evolución de las especies, con el Big Bang...
    Es que no saben qué descubrir para chafarle a una sus ilusiones.
    Como diría Asterix;
    " Están locos estos científicos"

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  2. Y cuando dicen ¡El amor es un estado de Neurosis!, oh, entonces para que queremos la salud¡Viva la Neurosis!. Si estar enamorado es estar enfermo ¡Viva la Enfermedad!. Yo prefiero estar muy muy Neurótico con un buen Botijo a mi lado.

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  3. Querido Profesor, hay algo que no funciona en este blog!. He hecho un comentario, he "pinchado" en "Vista previa" y después ya no me ha permitido corregir los errores tipográficos debidos a mi torpeza a la hora de escribir desde un teclado. Y había hecho un comentario "precioso" (?). Intentando convencerles de que es hermosa la explicación de como se enfria en agua de un botijo, con su análisis de la porosidad de la pared, la transición de fase desde el líquido hasta el vapor, de como el sistema "coge energía" en el poro. etc. Ya digo una preciosidad de razonamiento perdido en los "limbos de internet". Pena!. Ah!, y tambień de la belleza de la raiz cuadrada que permite que cuando a un número (a cualquier número!) se le aplica sucesivamente se encuentra uno con los básico: LA UNIDAD!. Belleza y filosofía en estado puro.

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  4. Insisto en que este hombre tiene un talento literario descomunal.

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  5. Menos mal que la fórmula desconoce el secreto del "lavado con anís" para el botijo, que proporciona ese gusto especial al agua de su caño, haciéndole desaparecer todo resto de sabor a barro.

    Y es que por muy exactas que son algunas ciencias, no cautivan quien las aplica o interpreta.

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  6. Duendes de la imprenta informática...

    ...no cautivan si no hay sentimiento en quien las aplica o interpreta.

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  7. Totalmente de acuerdo con la infamia que le han hecho al botijo. Es como haber perdido la inocencia. Pero en desagravio voy a contar cómo, siendo jovencita, me colé en una clase, de materiales creo que era, en la escuela de ingenieros de caminos, puertos y canales (que digo yo que me gustaría algún alumno pues no recuerdo que hacía allí) y el profesor que la impartía explicó cientificamente, la forma de una teja, eso que se pone en el recubrimiento de las casas, y dijo textualmente: tienen forma de muslo. ¿a qué tiene su poesía?

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  8. Desmenuzar y no vivir. Dar la vida al disfrute en lugar de pormenorizar cada uno de los procesos que otro vive.

    Se quejan los cocineros, que ya no disfrutan igual de los sabores, porque los analizan más que saborear cada isntante.

    Se quejan los expertos de marketing de colocación de cada producto en un supermercado que pasean entre tácticas en lugar del disfrute de la compra. Un paseo en centro comercial.

    Y es que hay alguno que trataría si fuese viable, de medir el caminar de una colmena de abejas dentro de ella, el rumbo de un ejercito de hormigas y su posible asentamiento, es mas, el movimiento de las patas de las hormigas, ¿y para que? ¿para que ese tiempo? Romper otro enigma. Y la vida es cada ilusión, cada no conocer cada sorpresa vivida.

    Así se hizo con el vuelo de cada pájaro y tenemos aeronautica, fundamental en la ciencia y creamos la aviación. Tardaron siglos.
    Milenios sino decenas de miles de años en analizar como un pajaro logra mantener su vuelo.
    Lo sabemos. Lo utilizó en el vuelo el hombre.

    Quizás con el botijo hagamos lo mismo. ¿Perderá la magia como ha perdido el vuelo de la bandada de pajaros la suya? Sinceramente, pienso que no. Que no la pierde.

    Porque ni pretendo resolver jeroglificos, ni acertar ninguno de ellos. Observo la naturaleza y veo mi vida. Soy parte del texto del ENIGMA.

    La filosofia lo hace cada día: ¿Como salir de mi mismo y explorar lo que soy?

    Prefiero mirar una bandada de pajaros y no comprenderla.
    Aunque sirva de invento de lo que fuere. No lo haré. Gracias por la sinceridad amigo Sosa. Un abrazo.
    No servirá de nada seguir, por lo que dejo aqui mismo el texto del comentario.
    Gracias, y un saludo.
    Javier.

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  9. Es una pena que a ningún científico de estos le dé por investigar por qué después de ganar unas elecciones, a los políticos les entra el síndrome de la poltrona, caracterizado por un olvido total de las promesas electorales y un cambio de vida que se vá acercando paulatinamente al de los potentados, al mismo tiempo que se les relaja la moral en lo referente a corruptelas de todo tipo.Espero que los candidatos de UPyD estén vacunados, a ver si conseguimos como dice Serrat, poner freno a tantos desmanes.

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  10. Pues yo definitivamente me quedo con los comentarios de Javier, que sentidos, que personales y enigmáticos.

    YO TAMBIÉN SOY PARTE DEL ENIGMA.

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  11. O no soy capaz de entender lo que se quiere transmitir o simplemente no comparto la opinión en absoluto.

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