martes, 19 de mayo de 2009

Animaladas

Como la realidad circundante es más bien nauseabunda, "no puedo comer todo lo que desearía vomitar", dejó dicho el gran pintor alemán Liebermann a la vista de la sociedad de su tiempo, resulta más ganancioso perder el tiempo pensando en asuntos banales que lleven a la sonrisa y a la tranquilidad del espíritu.

Uno de ellos es el lenguaje que usamos, lleno de recovecos simpáticos e inesperados, a los que, por habituales, no prestamos atención. Tal ocurre con la incorporación a la conversación de expresiones traídas del mundo de los animales y así decimos de un sujeto que es un "merluzo" o un "besugo" para designar al mentecato. O de una hembra que es una "zorra" para referirnos a la lumia o pendón. Una "víbora" es un tipo poseído de las peores intenciones y un "ganso" o "patoso" es quien no acierta a dar a sus movimientos la airosidad o gallardía que es usual o esperable. Un "zángano" es el muchacho que no aprueba el COU, un "conejillo de Indias" es quien sirve a los peores designios de un científico y un "ratón" de biblioteca es quien se traga los libros como si de apetitosa merienda se tratara (los alemanes utilizan la misma expresión aunque tambien la de "gusano" que viene aquí muy oportuna).

El "cerdo" es el remiso o tardo a la hora de pasar por el agua profiláctica y un "corderito" es una persona mansa a la que se puede ordenar los mayores dislates con la confianza de que los cumplirá a satisfacción y sin rechistar. De las chicas anoréxicas antes se decía que estaban hechas un "bacalao" y una "sanguijuela" es quien nos quiere chulear y si encima es un "águila" o un "cuco" es que se nos quiere llevar hasta el último euro del fondo de pensiones. Pretendiendo, encima, que le sonriamos y presentemos nuestro mejor semblante.

Estar en la edad del "pavo" es ser proclive a la realización de todo tipo de majaderías y un "camaleón" es quien se adapta a todas las circunstancias sacrificándose en todas ellas. De quien esté hecho una "pantera" o una "hiena" es mejor huir a galope tendido y lo mismo del "chinche" que es ese sujeto importuno y quisquilloso que nos amarga la hora del café. Un par de "tórtolos" son dos jóvenes que se están trabajando sus intimidades aunque se puede aplicar asimismo a personas de mayor recorrido vital y un "buitre" es el profesional insaciable que deja tierra quemada en su derredor.

Quien está hecho un "toro" es que está fuerte como un "león" y ser una "vaca loca" es modismo español anterior a su aparición en la neblinosa Albión y con él se designaba a la mujer alborotada o turbulenta.

Muy interesantes son también las elocuciones que hacen referencia a las partes del cuerpo como "no tener pelos en la lengua", "tocarle a uno las narices" "meter la pata" "tomarse algo a pechos", "verle las orejas al lobo" (que entronca con lo anterior), "hacer de cuerpo" que alude a exonerar o liberar el vientre, "sin pie ni cabeza" ... y así sucesivamente. Algún día habrá que volver sobre ellas.

¿No resulta mejor "rascarse la barriga" con estas nimiedades que padeciendo la última declaración del gobierno o de la oposición?

9 comentarios:

  1. Si me lo permite Señor Sosa, y siguiendo con los juegos de palablas polisémicos, me atrevería a sugerir como alternativa aquello de "tirarse la bartola".
    Todo por, como dice Ud. llegar a una sonrisa.
    Un saludo desde Badajoz.

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  2. El empleo de la "animalada" es frecuente y nos ha dado muchas alegrías: "Rebelión en la Granja", "Animals" (Pink Floyd)o dichos populares tales como "El que nace lechón muere cochino".

    Por cierto, ha usado uno de mis cinco insultos preferidos: mentecato.

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  3. Pues yo precisamente abogo por aprovechar la experiencia política de la que estamos siendo testigos en estos días para acuñar nuevas expresiones, de las que paso a proponer las siguientes:

    “Andarse uno como Zapatero por cumbre internacional”: Dícese de quien encontrándose fuera de lugar e ignorado por todos se esfuerza vanamente en mostrarse sociable e integrado.

    “Más estrecho que un traje de Camps”: Referido a aquello que por su incomodidad o inconveniencia provoca disgusto y mala disposición en quien lo sufre.

    “Poner cara de Rey en la copa de si mismo”: Mostrarse impávido e imperturbable, acomodar uno el gesto ante una determinada situación de suerte que no se dejen ver las emociones.

    “Cómo listas abiertas en ojo de Gorriarán”: Dícese de lo que viene mal y a destiempo.

    “Hacer algo como el ejército de Izquierda Unida”: Comportarse un colectivo de manera anárquica y desordenada, sin la menor efectividad ni concierto.

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  4. Tengo el honor de contar, en mi intimidad doméstica, con un vocablo "sosawagneriano" de uso generalizado entre los miembros de mi familia. Fue sacado, hace muchísimos años, de un artículo del periódico donde el insigne Profesor hablaba de la timidez del español en lo tocante a idiomas extranjeros y la capacidad para apuntar con el dedo lo que se solicita antes de abrir la boca. En dicho artículo se hablaba de un carrito que se colocaba en la cercanía del hogar del Catedrático, cuando aún no lo era, en el que se podía leer, sin ninguna vergüenza que se vendían chambis. Pues bien, desde entonces en mi casa se cenan chambis que además de apetitoso es mucho mas fácil de pronunciar. Les animo a que lo prueben.

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  5. Hola Marta,

    Respecto al vocabulario doméstico, yo echo de menos "la chisma" y "el coso" de mi madre que servían para denominar absolutamente todo. Luego estaban los "estaribeles", que eran cosas enormes que le "plantificábamos" a la mujer en medio del salón, la "leonera", que era la habitación revuelta de mi hermano, y el "guachefe" que era la segunda cadena de televisión. En el mundo de mi madre las mangas siempre "tiraban de sisa", las tijeras apenas "pespunteaban" y las cosas acababan irrmediablemente "sobrehiladas al vies". Pero por encima de todo mi madre era especialista en derogar cualquier tipo de discriminación sexual incluyéndonos a todos, varones y hembras, dentro un amplio y democrático "género tonto".

    Luego estaba mi abuela que escuchaba "el parte" y veía "los retratos" de la comunión. Para ella el gordo del cuarto era un "chico fuerte" y si te portabas mal te llamaba "muñeco" y "calafate". Según la "agüela", mi hermano y yo habíamos salido "poco curiosos" porque íbamos siempre llenitos de "rodales" y "lamparones", a lo que mi abuelo replicaba diciendo que éramos "la caraba". A los dos les gustaba mucho "sentir" el "transistor", sobre todo cuando daban "Los Porretas", y, aún habiendo sido ellos de "la cáscara amarga" de toda la vida, se horrorizaban de que en "la nacional" dejasen salir a las "Hermanas Kessler" como si fueran "pilinguis" medio en cueros.

    Se me fueron los dos, los pobres, que eran más buenos y más inocentes que un niño jesus de porcelana, pero todavía parece que los estoy viendo sestear delante de aquel televisor Iberia en blanco y negro, medio mirando un "film" del "gare-gable", que según ellos era "un artista que trabajaba la mar de bien".

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  6. @Apostata

    Yo afortundamente conservo a mi abuelo y abuela maternos, por eso todavía salgo a la calle "hecho un zaguán" o parezco un "húngaro". Si hace frío siempre me aconsejan que me "eche la rebeca", y este guiño solo lo entenderás tú, a veces tengo que acompañar a mi abuela a la "plaza del Galeprix"

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  7. Que mono es el niño, cuando crecio un poco les preguntaban ¿es suyo el chimpance?. Ya de mayor dirigiendose a cobrar la pensión, le envolvieron con una red diciendo, Capitán el Gorila ya esta reducido.

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  8. Ya me gustaría a mí que esto de la declaración de IRPF al gobierno me "tocara un pié", y no hacer declaración ni pagar impuestos, pero una "hormiguita" como yo no se puede permitir "hacer el avestruz", o "la cigarra", y olvidar el trabajo, el dinero y los impuestos que nos crujen.

    Estaría bien eso de "ser como las aves del campo, que ni siembran ni siegan". Me dan envidia, esas gentes, pero también me dan asco.

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  9. Querido Kobol, padrino virtual de mi difunta "memoria bastarda", amigo entrañable de aquellos tiempos en que ambos compartíamos fines y esperanzas. Qué cercanos aquellos días en el tiempo, ¡Qúé remotos ya en el ánimo escarmentado del que te escribe!

    Y pasado este gazmoño pero sincero arrebato de pedantería y nostalgia, te deseo de corazón que goces por muchos años de la presencia de tus abuelos, cuya compañía suele ser, en la mayoría de los casos, el patrimonio más hermoso de nuestra infancia.

    Creo entender que lo de la "rebeca" se les quedó a nuestros mayores por la célebre película de Hitchcock, en cuyos tiempos se puso de moda esta prenda. Siendo como eres bastante más joven que yo, te libraste sin duda de los tiempos en que a los niños se nos inmovilizaba literalmente en invierno a base de bufanda, trenca, manoplas y verdugo, siendo estos dos últimos inventos especialmente perversos. La manopla era un guante con un habitáculo para el pulgar y otro colectivo que impedía el movimiento individual de los demás dedos, transformando ese prodigio de la evolución vertebrada que es la mano homínida en una vulgar y primitiva pinza crustácea. El verdugo, por su parte, era un pasamontañas con una abertura única y horizontal para los ojos sobre el que se solía anudar una bufanda de doble vuelta, de suerte que para cruzar la carretera debíamos girar primero el cuerpo completo 90 grados a la derecha y 90 grados hacia la izquierda, ya que era del todo imposible mover el cuello en medio de aquella sobredosis de lana. Para más inrí, a las pobres nenas se las enfundaba en unos gruesos leotardos azules, que daban sarpullido sólo de verlos, y que subrayados por el blanco acharolado de las botas “katiuscas” o botas “charquiteras” les imprimían un lamentable aspecto de palmípedo.

    Los dos avances más significativos de la transición en materia de libertades individuales fueron la Ley de Reforma Política y la llegada del "Parka" o "Koreana", que amnistió a millones de escolares españoles de aquel infausto presidio, ya que la cremallera del nuevo invento se podía subir hasta la napia, dejando apenas un diminuto círculo peludo a la altura de los ojos que hacía totalmente innecesario el uso de la bufanda y el verdugo. Eso sí, con la desaparición de la trenca se fueron también aquellos singulares botones longitudinales de hueso anacarado que le hipnotizaban a uno de lo fenomenales que eran.

    En fin, amigo Kobol, eran los tiempos del Galeprix, los almacenes Arias y las Sederías Carretas, en los que la plebe de Moratalaz viajábamos en el primitivo 20 articulado, que al tomar las curvas estirarba o contraía una especie de fuelle de goma negra que unía sus dos mitades. Era la España del “te vas a enterar cuando venga tu padre”, en la que una mujer al volante hacía girar las cabezas del personal tanto o más que si el asiento del conductor estuviese vacío. La España de Luis Aguilé y de Uri Geller que comenzaba a sacudirse 40 años de miedo y aburrimiento al grito de “libertad, amnistía y estatuto de autonomía”. Y el caso es que por aquel entonces ni los más progres del convento sospechábamos que aquel joven Príncipe que se jugaba el bigote cada mañana para impulsar la que habría de ser la Constitución más democrática y consensuada de nuestra Historia acabaría con el paso de las decadas siendo silbado por “fascista”.

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