miércoles, 3 de junio de 2009

Libros y antigripales

¿Se leen libros en España? Es este un asunto que surge a menudo en los medios de comunicación. Tenemos constancia de que ahora se publica mucho más que antes y como las editoriales de algo tienen que vivir, se entiende que venden sus libros y quien los compra es muy probable que los lea, a menos que prefiera utilizarlos como combustible en la chimenea, lo que resulta, por cierto, un destino glorioso para tanta bazofia como ve la luz, aunque solo sea porque el fuego la purifica y, además, la encomienda al cielo, al que asciende en la airosa forma del humo.

Antes de la guerra, Azorín o Unamuno vendían muy poco pero, sin embargo, ganaban dinero Ricardo León y su novia Concha Espina; en el teatro se veía a Benavente y también la "Santa Isabel de Ceres" de Vidal y Planas. Blasco Ibañez se hizo rico aunque en ello acaso influyó el hecho de ser Blasco un personaje que intervenía en la política y a quien, por estas razones, le llevaron a la pantalla "Los cuatro jinetes del apocalipsis". A Blasco Ibañez le gustaba mucho estar en los periódicos y así se cuenta que, cuando se murió, como alguien le diera la noticia a Valle Inclán en el café, éste contestó sin inmutarse: "no haga usted caso, es solo propaganda que él se hace".

Cuando leemos los periódicos del siglo pasado, vemos avisos curiosos que anuncian que en tal librería de Madrid se han recibido cinco ejemplares de la novela "Los miserables" de la que es autor el fecundo escritor francés Víctor Hugo. Venimos pues, en rigor, de un pasado acaso no muy esplendoroso pero en el que los pocos aficionados a la lectura leían y probablemente con provecho. El resto seguía los crímenes y los toros porque, en verdad, que aquellos crímenes eran crímenes selectos, de mucho puñal y mucho veneno, y los celos jugaban un papel tan determinante que Vidal y Planas, a quien antes he citado, mató por celos (fundadísimos) al mediocre escritor pero relevante sablista Antón del Olmet. Además, quienes toreaban eran Joselito y Belmonte. Con las hazañas de estos gigantes, el libro quedaba como un enemigo escuchimizado al que solo prestaban atención eruditos descreídos pero fervorosos de la letra impresa.

Hoy otra es la situación. En cualquier quiosco de periódicos nos encontramos ediciones muy baratas de Balzac o de Clarín. Cervantes y Shakespeare cuelgan de una cuerda como prendas puestas a secar al sol, al lado de los Marsé, Cela o Torrente que también se acogen al tibio calor de las tiradas millonarias.

Pues bien, si todo esto es así ¿por qué se lee tan poco? A veces la causa se busca en la televisión y en los estragos culturales que ésta origina. Sin embargo, la verdadera razón nadie la ha desvelado hasta este momento y es hora de que alguien lo haga: son los fármacos antigripales y anticatarrales los causantes del bajo índice de lectura.

Nadie debe extrañarse de ello porque hasta el descubrimiento de estos medicamentos, quien cogía una gripe o un catarro se metía en la cama y se tiraba diez o doce días bajo las mantas con la bolsa de agua caliente en los pies a la espera de que la enfermedad se despidiera educadamente. En tales molestas circunstancias ¿a qué se podía recurrir si no era a los "Episodios Nacionales" o a las novelas de Palacio Valdés?

Sin embargo ¿qué ocurre ahora? ¿alguien se puede leer de verdad el Ulises o lo último de Philip Roth si con una pastilla efervescente se está en condiciones de acudir a la oficina y rendir en ella de forma plausible?

Las novelas de antaño eran el desenfriol de hogaño.

Estando así las cosas, no queda más remedio que aprovechar la reforma farmacéutica para retirar del mercado vacunas y antigripales. Sólo de esta forma se recuperará el sosiego de la lectura y el placer de una cama sin prisas: ¡la bengala del juego literario y sus metáforas claman por el virus!

9 comentarios:

  1. Ya puestos, también podríamos echarle la culpa a las masificaciones del metro. Es incomodísimo leer de pie. Con lo bien que se va con lo último de Arturo Perez Reverte, o de Dan Brawn, sentadito mientras vas a currar.

    De todas formas, me da la impresión de que al negocio editorial le pasa lo mismo que al musical. Ante la baja calidad de los productos la gente no consume. Porque ¿que objetivo tiene recordarnos que leemos poco?¿realmente es cierto que leemos poco?¿o solo compramos pocos libros?.

    Cada uno con sus propias conclusiones.

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  2. Yo, sobre la lectura, estoy llena de manías. Para empezar solo leo novelas pues me permiten vivir un sin fin de vidas, ya que servidora solo tiene una (cuando alguien me preguntó si había leido "El Estado Fragmentado" contesté que estaba esperando a que saliera la película). Además tengo tengo el vicio secreto de regodearme, cuando termino un libro, en quitarle el celofán al siguiente que ya suele estar preparado para su desvirgamiento en mi mesilla de noche. Por otro lado ,como no tengo mucho tiempo para leer si el libro no me convence en las primeras páginas lo abandono y a otra cosa mariposa. También he descubierto una librería de cabecera en mi ciudad que me recomiendan lo último de lo último y por supuesto, como soy una vaga empedernida , soy del círculo de lectores que me lo llevan a casa. Además tengo un cierto repelús a los libros de biblioteca, tan manoseados ellos (no quiero ni pensar si han caido en las manos de algún lector de los que chupan el dedo para pasar la hoja ¡puag!). Es decir: compro, leo, acumulo ácaros en casa y soy feliz con mis manías de lectora .

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  3. Yo me acostumbré a leer de pequeña, que estaba siempre en la cama, (además, no fui al colegio hasta el bachillerato superior , era otra época, y tenía tiempo para todo).

    He leído estadísticas sobre la lectura e libros en España. Decían que había una inmensa mayoría que no leía nunca, una minoría, sobre todo de mujeres, que leía un par de libros al mes, y luego ya, un 10% de enganchados a la lectura, que se leían todo lo que se publicaba, y que eran los que sostenían el negocio editorial.

    Para mi vergüenza, tengo que reconocer que pertenezco a ese 10%.
    Por fortuna para mí, tengo un defecto garrafal; solo leo por placer.
    Así que, si para la página 60 un libro no me ha enganchado, le busco alguien que lo adopte, o incluso lo llevo a algún sitio de esos especializados en mandar libros al tercer mundo.
    Es que, en casa ya no me caben más libros nuevos, y cada vez que añado uno, tengo que quitar otro de mi biblioteca,

    Y, poco a poco, están desapareciendo de mis estantes los libros de ensayo, (en mi juventud leía de todo, incluso "El Capital", o "Eros y Civilización", o el Ulises ), y cada vez hay más novelas policiacas, o gráficas, (un género que despreciaba cuando era joven).
    Se mantienen algunos libros de Historia, algunas biografías, un puñado de libros de poesía (ni Góngora ni el 27), algo de teatro...

    Sigo comprando libros, pero cada vez conservo menos. Y no aguanto leer un libro mal traducido, o mal escrito, por mucho que me guste lo que diga en el fondo.

    Y cuando tengo la gripe, como no tengo quien haga las cosas por mí, me levanto, flotando entre algodones, hago (mal) las cosas de la casa, y se me pasa la fiebre, pero es entonces cuando menos leo, porque me bailan las letras.
    Afortunadamente, hace 20 años que no tengo gripe.

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  4. Yo me apunté desde niña a manchar el papel con ideas, sueltas, frases enlazadas y algún texto bien estructurado que ocupara más de un folio. Me encantaba, me encanta escribir. Lo de leer vino después, detrás de la afición a los cómics heredados de mi padre. No me he llamado lectora hasta que no me llamaron universitaria. Si no hubiera por las distancias a que quedaba mi ciudad dormitorio de todo aquello que esa universataria frecuentaba, no hubieran exitido esos ratos en el cercanías ni el metro de Madrid, y mi afición por perderme en los universos que otros creaban no se hubiera se hubiera merecido el calificativo de desmesurada.
    Siempre quiero leer más de lo que leo, y siempre escribir más de lo que escribo.

    Buenas noches don Sosa.

    Nieves Milagros M. G.

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  5. Profesor;
    ¿Va a estar alguna mañana en la feria del libro, en el Retiro de Madrid?

    Espero que sí vaya a estar, y que avise con tiempo, para que podamos ir a comprar sus libros y a que nos los dedique.

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  6. Caballeros, estan todos ustedes completamente equivocados,en realidad se lee poco porque se escribe demasiado.
    Ahora, si me disculpan,seguiré durmiendo.

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  7. Groucho tiene razón, se necesitan pocos aunque selectos libros para conseguir una formación al menos aceptable. Yo trataré de encontrar ésos libros y si puedo intentar leerlos.

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  8. Ais... y se me vienen a la cabeza esas deliciosas escenas que siempre aparecen en las películas de Garci, protagonizadas por ellos: escritores y libros. Escritores de prosa explícitos, y poesía esparcida por doquier, en los guiones, la música, los paisajes, la casa... ¡los cafés!

    Se lee poco porque no interesa, porque es costoso (esto ya lo sabíamos todos); es un esfuerzo intelectual grande para gran parte de la población, y ¿pa qué, si me viá cansá y no me entero de ná?

    Seamos realistas: hay que amar al prójimo, sí, transmitir todas las cosas buenas que podamos a los demás... pero la gente, en general (un notable porcentaje de la distribución normal) es bastante cortita.

    Sin más dilación, tras aportar estas tópicas y realistas explicaciones de por qué la gente no lee, animo a no leer sólo lo novedoso: se sorprenderían amando la novela española del XIX (La Regenta, Los pazos de Ulloa...) y sus cuentos;

    ¡Hay mucha literatura olvidada! (por los lectores "corrientes", no estudiosos de la literatura). Así que les animo, lo primero, a estudiarla; si no puede ser, pues echen un vistazo histórico, seleccionen un autor que les atraiga y... ¡a leer!


    Encantada de conocerle, por cierto, don Francisco :D

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  9. No tiene mucho sentido.

    Hay enfermedades y lesiones que sí invitan a la lectura, como por ejemplo una fractura en la pierna, pero ¿una gripe sin tratar, con los ojos llorosos, dolor de cabeza y aumento de la mucosidad y la fotosensibilidad?

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