Se pone de moda comer a oscuras. Al parecer, tanto en restaurantes como en el seno del hogar familiar. Hasta ahora, como sabe cualquier historiador diserto, lo que se hacía a oscuras era el coito, en un ambiente de luces apagadas, cortinas echadas formando penumbras y acogiendo quedos gemidos. Al menos en las casas decentes, pues en las de contentamiento y en los «meublés» todo ha sido siempre una exaltación de luces y espejos, una orgía de lentejuelas y doseles y un olor penetrante, el propio del leño encendido.
Por el contrario, allí donde moraba la virtud y las costumbres morigeradas, el regocijo carnal se ha practicado con presurosa diligencia, sin demoras ni insistencias que pudieran poner de manifiesto un júbilo excesivo. Habría que preguntar a los especialistas pero aventuro que el origen de estas cautelas ha sido religioso pues los prebendados siempre han sostenido que tal acto o bien era directamente pecaminoso o, por lo menos, se hallaba en el filo de lo permitido. Por ello lo mejor era pasar el trance de la manera menos fogosa y menos visible, es decir, haciendo el menor hincapié posible.
Y ello aunque los celebrantes fueran jóvenes y mantuvieran el vigor de la tierra fértil y se apretaran con denuedo en un abrazo nudoso y corpulento. Pues, en caso contrario, cuando se hacen esfuerzos allá en la vejez seca, toda tiniebla ha sido siempre poca.
Pero, como digo, ahora de lo que se habla no es del acto carnal, sino del acto de comer carne. ¿Es bueno o malo que se practique a oscuras?, ¿cuál es el criterio moral ante este nuevo escenario del sacramento alimenticio?
Pues depende, amigo lector. Depende de lo que se coma. Por de pronto, adelanto que comer una paella a oscuras es un pecado -y de los gordos, de los que necesitan el perdón de un penitenciario con asiento en iglesia mayor o en basílica- pues que la paella pide luz, tartana abierta a los aires y a los soles, naranjos encendidos como pezones vigorosos, calor y, al fondo, un mar tranquilo cual ave que planea.
Y lo mismo vale para la fabada o el botillo. Son comidas éstas del mayor rigor, de respeto, pero que reclaman luz, algarabía, el pequeño torbellino de la fiesta. Pues ¿qué decir del lechazo al horno? Tengo para mí que quien come con gusto un lechazo crujiente es un ser bienaventurado, tocado por la mano divina... el lechazo no es apto para las almas quebradizas ni para las bocas de melindres. El lechazo es todo él una paradoja pues, en su fragilidad, tiene cuerpo de desafío y espíritu de combate. Del más exigente combate gastronómico. Por eso sólo un ser depravado y con el alma aleve puede incurrir en una descortesía con el lechazo. Y descortesía es no encender las luces o descorrer las cortinas cuando llega a la mesa en albórbola de olores. Una marcha triunfal deberían componer para ese momento señero quienes saben desempeñarse en estas habilidades.
Entonces, ¿hay algo que se deba comer a oscuras? Sí. Claramente las acelgas hervidas: a oscuras, a regañadientes y de luto. Igual ocurre con las judías verdes o los cardos o las fementidas borrajas que tampoco son dignas de la caricia de la claridad. Ahora bien, preciso es explicar que estas verduras merecen la clandestinidad cuando se presentan aisladas y severas. Porque cuando lo hacen juntas y adoptan la vestimenta de una menestra, ah, amigo, entonces, de nuevo, procede tocar la sinfonía del sol y convocar a los pífanos que canten a los colores, al balcón abierto, a los cristales brillantes...
Conclusión: que en el coito como en la comida todo depende de la guarnición.
miércoles, 27 de enero de 2010
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-De noche todos los gatos son pardos.
ResponderEliminar-Si como de noche, todo tendrá un sabor pardo, asi que por favor corre la cortina.
-¿El amor también te sabe a pardo?.
-En el amor juega lo vivido con luz y al llegar la noche sólo cuentan los recuerdos, lo visto y lo sentido, entonces lo pardo es piel y respiración.
-Se come con los ojos y si apagas la luz reduces el placer en un 30% por ciento.
-Y no ves la astilla que se clava en la encia.
-Come con luz, para ver la boca de tu amante masticar carne y luego apágala para comerte ésa boca.
-Y ahorras un 10% por ciento en luz.
-También que todo hay que mirarlo.