domingo, 8 de noviembre de 2009

Cementerios

Ya existen varios cementerios virtuales que pueden visitarse en la Red ("paz eterna", "el árbol de la vida", "in memory of..." cada uno de ellos con sus respectivas direcciones llenas de uves dobles, puntos y rayas) en los que descansan nuestros allegados de forma virtual, es decir, según una conformación tácita o ficticia, de mentirijillas. Si estos cementerios prosperaran, nos ahorraríamos acudir a los cementerios verdaderos que son suburbiales y macilentos, habitados por los "heraldos negros" de César Vallejo, y nos limitaríamos a poner, con ayuda del ordenador, unas flores en una página web, unas flores virtuales, sin olor, sin sabor, sin poesía, sin luz, sin soles, sin lunas, pura degradación, ahora ya irreversible, de las flores de plástico o de papel.

Quizás los cementerios españoles se merezcan este trato aflictivo y destructor porque son espacios sin estética alguna, fríos en su insolencia marmórea, desnudos cual cristos crucificados, pero yo recuerdo los cementerios de algunas viejas ciudades europeas como apacibles jardines de un verdor espeso y húmedo, en los que acogedores árboles montan, en el uniforme de sus negros troncos, la guardia de los muertos, como si fueran amigos solícitos y, en el crepúsculo, mandan a sus melancólicas hojas gotear una lágrima de respeto. En esos lugares hay una inmensa paz solo turbada acaso por el murmullo de unas palabras que se pronuncian en cuchicheo por miedo a que lleguen a los oidos de los difuntos. ¿Llegará también a ellos la moda ficticia de la virtualidad?

Nosotros venimos de una cultura funeraria sólida y maciza, de los cuadros de Valdés Leal y del fusilamiento del contrario, también de lo que aprendimos en la literatura del XIX, en el romanticismo que es una "invitación al viaje" como tantas veces se ha escrito, al viaje hacia la muerte, hacia el suicidio que nos libera de la angostura cotidiana y nos hace entrar en el infinito, otro anhelo del romántico que rompe así los límites en que gustaba encerrarse el mundo clásico, un viaje que tenía como destino el Destino, escrito con mayúscula como si fuera el nombre propio de un pariente cercano, y a través de Él en el sentido último de la Muerte, gran jugarreta.

Lo bien que debió de pasarlo Nicasio Álvarez de Cienfuegos escribiendo aquellas expresiones feroces como "sepulcro voraz", "entrañas cóncavas", "sangrientas lágrimas"... Y no digamos Rico y Amat con lo de "me agrada un cementerio / de muertos bien relleno/ manando sangre y cieno/ que impida el respirar...". A este hombre, un cementerio virtual de los que ahora se proponen le parecería una cursilada insuperable, censurable amaneramiento de cadáveres sin la dignidad exigible a los fiambres.

Nuestra misma gastronomía está hecha de muerte prematura, de infanticidios, así el tierno corderito, el cerdo en pañales. Por algún sitio da cuenta Pío Baroja de una poesía dedicada a uno de los criminales del Huerto del Francés que decía "soy el terrible Muñoz/ el asesino feroz/ que nunca se encuentra inerme/ y soy capaz de comerme/ cadáveres con arroz". A lo que contestó don Pío: "eso no tiene ningún mérito y menos para un valenciano porque cadáveres con arroz es lo que constituye una paella".

O sea que a nosotros nos va la muerte y del humor negro hemos hecho una filigrana y así cuando le dijeron a Valle Inclán que había muerto Blasco Ibañez, contestó don Ramón: "lo hace solo para darse importancia". El sepulturero es además un personaje bien literario "de tétrica mirada/ con mano despiadada" que decía también el citado Rico y Amat y los epitafios son gloria pura y acerca de ellos será necesario escribir algún día despacio.

De manera que preveo un fracaso en España de esta modalidad de adulteración de la muerte no solo porque "al fin y al cabo el hombre se ha hecho labrando su esperanza sorda en urnas y pirámides" como enseñó Dionisio Ridruejo, sino porque la muerte es hermana del Sueño y fue soñando precisamente como Quevedo escribió la obra satírica más despiadada que se conoce en nuestra literatura.

Muerte, sueño, sátira: España.

4 comentarios:

  1. Profesor Sosa Wagner

    Estupendo comentario. Sobre todo en estos días de visitas a los cementerios.Y esas cosas que cuenta de Don Pío, de Valle Inclán, son realmente divertidas.

    Cuando yo era pequeña, que no existía la televisión, en las noches y en las tardes tormentosas, nos reuníamos alrededor de alguna abuela vieja, (la mía no, que era muy de rezar el rosario, pero también muy realista, y no le iban esas cosas, que lo que le iba era más bien desmontar el motor de su coche, y ponerlo a punto).

    El caso es que nos reuníamos a escuchar y a contar historias de muertos y de aparecidos.
    Era un plan estupendo, pero luego, de noche, no había quien pegara ojo. Y para demostrar que no teníamos miedo, solíamos cantar una canción, muy poco respetuosa que decía;
    " Que felices los borrachos questan en el camposanto, Que Dios los tegaen su Gloria por haber bebido tanto".

    La verdad es que en algunos aspectos, me gusta mucho ser española.

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  2. No hay nada como besar el cadáver de la Madre, ni nada más potente que besar el cadaver del Padre. Padre y Madre reales, verídicos de carne y hueso. Papá, Mamá, os quiero y os pongo flores de verdad, porque cuando viviais yo no os comprendí y ahora me siento culpable.

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  3. Yo creo que me reconozco de otra cultura. Nos criaron sin fe en Dios y en ese paquete ateo en el que nos desprendimos de tantas costumbres se cayeron también las visitas a los cementerios.

    Los nichos que limpiamos y llenamos de flores son los de nuestros recuerdos del difunto.

    Y sin embargo la muerte no está exenta de espiritualidad......... Os voy a trascribir el texto que escribí ayer en Paralelepípeda Papalagi el otro blog que tengo. Por favor no creís que lo escrito es verdad o mentira o todo lo contrario:


    "Ágarrate fuerte a mí, mamá"

    Quizás fue la ligereza con la que mentamos a los demonios en el último post.

    Me esperaba un futuro prometedor como cabrona de reconocido prestigio. Y, habiendo asumido esto, me disponía a salir por la puerta con los documentos en mi maletín, realmente admirada de haberles persuadido para firmar un contrato tan abusivo. Pies firmes y a casa. Pero encontré unas escaleras no esperada. Salí volando 5 escalones y sólo me di cuenta cuando estaba abajo. Fue una caida inesperada, violenta, rápida y contundente. Y aunque aparentemente no tenía ningúna contusión importante, me faltaba el aire. Todos pensamos que era una profecía. Yo además pensé que los demonios me empujaban.


    Mama, desde que la he recogido esta mañana, insiste en llorar porque no quiere que muera. Piensa que Jehova me va a fulminar porque no me he casado. He tenido que abrazla.


    Y jurarle y jurarme, todavía asustada, que el corazón aguantará.

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  4. Profesor Sosa Wagner

    Solo unas letras. Que lleva usted muchos días sin poner comentarios nuevos.
    Espero que esté yendo a conciertos, a la ópera, o lo que sea, cuando termine con su trabajo cotidiano en el Parlamento Europeo, y que su ausencia no se deba a que esté cachifundido, ni harto de nosotros sus fans.
    Le envío mis mejores deseos, esperando que se anime a volver pronto.

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