lunes, 25 de mayo de 2009

Guindas

No hay nada menos heroico que dar nuestra sangre ... al analista.

La persiana es la guillotina con la que cortamos la cabeza a la luz.

domingo, 24 de mayo de 2009

Dos guindas

Hay lágrimas que se ocultan tras los cristales de luto de las gafas de sol.

En los parques debería haber bancos para árboles.

sábado, 23 de mayo de 2009

¿Corbatas?

La polémica la ha desatado el hecho de que un importante personaje se ha presentado sin corbata, con el cuello de la camisa desabrochado y a su aire. Sin embargo, a un opositor a juez lo echaron del examen por ir descorbatado. Luego le han dado la razón en un recurso que presentó pero el hecho ahí queda para que se comente.

¿Quid: corbata sí o corbata no? Parece que Internet está expandiendo el sincorbatismo porque, como el personal se lo monta en casa sin necesidad de ir a la oficina, cada cual viste a su manera, y es lógico que a quien está en el comedor se le dé un ardite estar o no encorbatado. Antes, la única actividad empresarial que se desarrollaba en el propio domicilio era la de enrollar y empaquetar condones pero hoy el asunto parece más serio. Cuidado, mucho cuidado porque estamos ante graves elementos de desintegración social. En primer lugar, si se generaliza el trabajo en casa se seguirán desgracias terribles porque puede traer consigo la desaparición de la oficina, uno de los baluartes de la vida en comunidad, la columna de la represión, el crisol de las diferencias sociales, el horno de los rencores, la cucaña despiadada ... Sin los jugos que segrega la oficina ¿qué será de la mala leche que caracteriza al género humano?

Pero, en segundo lugar, no es solo la corbata lo que se halla en peligro, pues amenazados con el trabajo doméstico están igualmente el traje y la camisa y hasta el jersey si se me apura. Solo quedaría como superviviente el pijama porque en pijama andaríamos todo el día despachando asuntos y aviando encomiendas. Es decir que la gloriosa y rica historia del vestido, y la bibliografía barroca que ha generado, acabaría de una forma lamentable por lo escueta y trivial.

Todo ello tendría consecuencias asimismo negativas en la propia vivienda que habría que vaciar de objetos entrañables y llenar de cachivaches oficinescos, con ficheros y pedidos y balances y albaranes que se nos enredarían entre los pies cuando tratáramos de avanzar por el pasillo. Y en el lugar de la foto del abuelo, habría que poner la del presidente del consejo de administración, menos apacible, más turbadora.

Estamos pues en una encrucijada. Yo creo, por lo dicho, que es malo todo lo que nos lleve a recluirnos en casa, y bueno lo que nos conduzca al aire libre, porque nuestros sueños y nuestras frustraciones es mejor sacarlas a pasear con regularidad. Las revoluciones se han hecho siempre en la calle, bien tomando la Bastilla, o bien acercándose a colgar las 95 tesis de un clavo en la puerta de la iglesia en Wittenberg. La calle, siempre la calle, como palanca del cambio liberador.
Pues bien ¿a esa calle iremos con corbata o sin corbata?

Hubo un tiempo, en las postrimerías del franquismo, en que se hizo signo de progresismo radical ir sin corbata y de esta actitud algunos hicieron religión, credo, dogma implacable. Ir sin corbata era algo parecido a declararse en huelga o a escribir un grafito provocador en un muro. ¡Ahí era nadie el descorbatado! Franco por supuesto ni se inmutaba y seguía como si con él no fuera el asunto pero no sería desde luego porque faltara contundencia a los mensajes que estos sujetos le enviaban diariamente.

Ahora, con el caudillo enterrado con la corbata de general, ya la corbata ha perdido mucho de su patetismo político y también ha desaparecido su vinculación con el falo o minga, un exceso que pregonó Freud, entrenado en verdad este hombre en buscarle cinco pies al gato. Hoy todo ha quedado, más comedidamente, en un asunto de gusto, de conveniencia o de comodidad. La conclusión se impone: haga usted lo que le venga en gana, de donde se sigue que ha perdido el tiempo leyendo este artículo. Por si a alguien le sirve, a mí me gusta la pajarita porque es atuendo de crupieres y de magos y la magia es lo más logrado que tiene la realidad.

viernes, 22 de mayo de 2009

Una guinda

A nadie envidia más el escritor que al chipirón porque nunca le falta tinta

miércoles, 20 de mayo de 2009

Botijo e infamia

No es la primera vez que ocurre pero ahora el asunto adquiere caracteres alarmantes: un científico ha explicado la termodinámica del botijo según la cual sus cualidades resultan de la división de área engendrada por la altura del agua y el diámetro de su superficie más el volumen generado por la rotación del aire.

¿No se dan cuenta estos sabios que hay asuntos que deben hurtarse al conocimiento público? ¿No saben que hay cuestiones trascendentes acerca de las cuales importa mucho no dar un cuarto al pregonero porque el sigilo es fundamental? Está claro que estos tipos no han visto nunca ese botijo entrañable, con forma de cura antiguo, cura preconciliar, regordete y resuelto, que es tan frecuente en los botijos más acreditados.

¡La fórmula del enfriamiento del agua en los botijos! ¿Se ha visto alguna vez tamaña desfachatez? Estos imprudentes han puesto en el encerado de los periódicos que dv partido por dt es igual a K prima. Este, y no otro, es el secreto del botijo, han concluido, y se han quedado tan ufanos desvelando con ello uno de esos misterios de la vida que nos permiten seguir soñando porque nos hacen creer que no todo es real y vulgar sino que existe la magia, la encantación y el suave poder de los conjuros. Es decir, los arbotantes de una vida superior.

¡Y un cuerno! Hay que decirles. Ni nos merecemos tal crueldad ni desde luego la esperaba yo de unos investigadores bien pagados a los que suponía mayor ternura y mejores miramientos.

Porque a mí me parece muy bien que existan estudiosos interesados en averiguar cuestiones intrincadas en laboratorios de gran sofisticación ayudados por los más extravagantes utensilios, también que haya profesores y sabios hábiles en el manejo del hiposulfato, el cromato, el permanganato y el bicarbonato. Ninguna de estas inclinaciones debe ser censurada; antes al contrario, merecen aplauso porque, en un descuido, hasta pueden resultar de provecho.

Ahora bien: una cosa es entretenerse de esta inocente forma y otra bien distinta proclamar y airear el resultado de las investigaciones. Aquí es donde la sindéresis personal del científico debe imponerse porque cuando logra hallar una fórmula, cuando alcanza un descubrimiento relevante, es justamente cuando está obligado a echar mano de algo que no encontrará entre los sulfatos ni los ácidos pero que es básico en la humana condición: la prudencia.

Es ella, es esta vieja y acreditada virtud cardinal, la que debe inspirarle en ese momento delicado en que sus esfuerzos le han colocado ante el éxito. Y es ayudado por ella, y por ella iluminado, como debe proceder a valorar cuál ha de ser su conducta ante los hallazgos que sus mezclas y pócimas le han proporcionado. La cordura debe ser aguja magnética de nuestro comportamiento porque sin ella el pacto social se vendría abajo llevándose por delante certezas de calculada enjundia.

En el caso del botijo, la decisión debería haber sido clara: ocultar, sepultar la fórmula; que nadie la conozca, que nadie la intuya tan siquiera, porque el botijo, esa vasija feliz con su pitón mirífico, ese barro poroso y sencillo con que se viste como un signo de humildad, de cortés candor, el jovial extintor de nuestra sed, el botijo de nuestros veranos de moscas, esa entrañable nevera portátil anterior a las neveras y precursora de lo portátil, no merece en modo alguno que su íntimo enigma, el que estimula nuestra imaginación y nuestra fantasía, quede desvelado y expresado en una vulgar fórmula, apareciéndose ante nuestros ojos desnudo y descifrado: dv partido por dt es igual a K prima.

Esta infamia no tiene nombre. Porque si permitimos que se haga esto con el botijo, iniciamos una permisividad que nos puede conducir a los más extravagantes dislates. Pensemos qué ocurriría si un día unos profesores nos desarman proporcionándonos la raíz cuadrada de la esperanza o la ecuación diferencial de la sorpresa o la regla de interés de la risa o el humor. Adiós, vida; adiós, emociones.

Las fórmulas, para la sulfamida y el ácido ribonucleico. Al botijo, solo nuestro amor.

martes, 19 de mayo de 2009

Animaladas

Como la realidad circundante es más bien nauseabunda, "no puedo comer todo lo que desearía vomitar", dejó dicho el gran pintor alemán Liebermann a la vista de la sociedad de su tiempo, resulta más ganancioso perder el tiempo pensando en asuntos banales que lleven a la sonrisa y a la tranquilidad del espíritu.

Uno de ellos es el lenguaje que usamos, lleno de recovecos simpáticos e inesperados, a los que, por habituales, no prestamos atención. Tal ocurre con la incorporación a la conversación de expresiones traídas del mundo de los animales y así decimos de un sujeto que es un "merluzo" o un "besugo" para designar al mentecato. O de una hembra que es una "zorra" para referirnos a la lumia o pendón. Una "víbora" es un tipo poseído de las peores intenciones y un "ganso" o "patoso" es quien no acierta a dar a sus movimientos la airosidad o gallardía que es usual o esperable. Un "zángano" es el muchacho que no aprueba el COU, un "conejillo de Indias" es quien sirve a los peores designios de un científico y un "ratón" de biblioteca es quien se traga los libros como si de apetitosa merienda se tratara (los alemanes utilizan la misma expresión aunque tambien la de "gusano" que viene aquí muy oportuna).

El "cerdo" es el remiso o tardo a la hora de pasar por el agua profiláctica y un "corderito" es una persona mansa a la que se puede ordenar los mayores dislates con la confianza de que los cumplirá a satisfacción y sin rechistar. De las chicas anoréxicas antes se decía que estaban hechas un "bacalao" y una "sanguijuela" es quien nos quiere chulear y si encima es un "águila" o un "cuco" es que se nos quiere llevar hasta el último euro del fondo de pensiones. Pretendiendo, encima, que le sonriamos y presentemos nuestro mejor semblante.

Estar en la edad del "pavo" es ser proclive a la realización de todo tipo de majaderías y un "camaleón" es quien se adapta a todas las circunstancias sacrificándose en todas ellas. De quien esté hecho una "pantera" o una "hiena" es mejor huir a galope tendido y lo mismo del "chinche" que es ese sujeto importuno y quisquilloso que nos amarga la hora del café. Un par de "tórtolos" son dos jóvenes que se están trabajando sus intimidades aunque se puede aplicar asimismo a personas de mayor recorrido vital y un "buitre" es el profesional insaciable que deja tierra quemada en su derredor.

Quien está hecho un "toro" es que está fuerte como un "león" y ser una "vaca loca" es modismo español anterior a su aparición en la neblinosa Albión y con él se designaba a la mujer alborotada o turbulenta.

Muy interesantes son también las elocuciones que hacen referencia a las partes del cuerpo como "no tener pelos en la lengua", "tocarle a uno las narices" "meter la pata" "tomarse algo a pechos", "verle las orejas al lobo" (que entronca con lo anterior), "hacer de cuerpo" que alude a exonerar o liberar el vientre, "sin pie ni cabeza" ... y así sucesivamente. Algún día habrá que volver sobre ellas.

¿No resulta mejor "rascarse la barriga" con estas nimiedades que padeciendo la última declaración del gobierno o de la oposición?

lunes, 18 de mayo de 2009

Una guinda

Los tomos de la Enciclopedia son los nichos donde yacen los huesos de la cultura.