No es fácil explicar los acuerdos que se
toman en el seno de las instituciones europeas y menos en
nuestros días en los que abunda la fácil descalificación. Tal actitud no es nueva pero tiene hoy un eco mayor como consecuencia de la crisis y de la desesperación de muchos ciudadanos. No es nueva porque entender el funcionamiento de la Unión Europea es difícil teniendo en cuenta que en ella conviven dos almas: el alma europea representada fundamentalmente por el Parlamento, la Comisión y el Tribunal de Justicia, y el alma de veintisiete Estados que defienden sus posiciones en el Consejo europeo y en los Consejos de ministros. Se comprenderá que, en tales condiciones, llegar a acuerdos, resultado de la composición de intereses muy distantes, sea tarea diabólica. Si ya Montesquieu nos ilustró en el siglo XVIII sobre la influencia en las sociedades, en los hombres y en sus leyes de las condiciones geográficas, climáticas etc, cálculese lo que ocurre en un espacio común que es expresión de la más perfecta policromía.
nuestros días en los que abunda la fácil descalificación. Tal actitud no es nueva pero tiene hoy un eco mayor como consecuencia de la crisis y de la desesperación de muchos ciudadanos. No es nueva porque entender el funcionamiento de la Unión Europea es difícil teniendo en cuenta que en ella conviven dos almas: el alma europea representada fundamentalmente por el Parlamento, la Comisión y el Tribunal de Justicia, y el alma de veintisiete Estados que defienden sus posiciones en el Consejo europeo y en los Consejos de ministros. Se comprenderá que, en tales condiciones, llegar a acuerdos, resultado de la composición de intereses muy distantes, sea tarea diabólica. Si ya Montesquieu nos ilustró en el siglo XVIII sobre la influencia en las sociedades, en los hombres y en sus leyes de las condiciones geográficas, climáticas etc, cálculese lo que ocurre en un espacio común que es expresión de la más perfecta policromía.
Y sin embargo, en medio de muchas
dificultades y de embrollos desesperantes, se adoptan decisiones que
contribuyen a reforzar el gobierno europeo y a dotar de cierta unidad a la
acción económica. Tal es el caso de las referidas a la supervisión
presupuestaria en la llamada “zona euro” (los diecisiete Estados que utilizan
la moneda común europea).
¿En qué consisten y por qué son necesarias?
Si aceptamos que en una zona monetaria común los presupuestos que cada Estado
aprueba, en el ejercicio de su soberanía, tienen efectos indirectos en los
países vecinos, parece claro que alguien deberá estar atento a que no se
adopten políticas presupuestarias que puedan resultar perjudiciales para el
conjunto de unos países que suben la misma montaña de la crisis. Y es que nadie
puede dudar acerca de la mutua dependencia en la que vivimos ni de la necesidad
de unas “cuerdas dinámicas” que nos unan y nos aten para evitar la caída en el
precipicio de la bancarrota. Si lo queremos decir invocando a los clásicos, ya
Plauto nos cuenta que en la vieja Roma se avisaba de que “mal le va a quien
tiene un mal vecino”. O sea que el asunto viene de la noche de los
tiempos.
Acaso inspirados en esa sabiduría latina, el
Parlamento y el Consejo ya aprobaron en 2011 un paquete de medidas legislativas
destinadas a reforzar la coordinación de las políticas presupuestarias en toda
la Unión Europea. La novedad de lo que ahora está en marcha es que las nuevas
normas, cuyo fundamento se encuentra en el artículo 136 del Tratado de funcionamiento de la Unión Europea, están
pensadas exclusivamente, como hemos adelantado, para los países que manejan el
euro como moneda nacional. Concebidas además como un complemento del Pacto de
Estabilidad y Crecimiento, introducido en 1997.
¿Cómo habrán de funcionar? Sobre la base de un calendario presupuestario común que obliga a los Estados a publicar sus planes a medio plazo y sus prioridades de crecimiento y empleo así como sus proyectos de presupuesto. A la vista de ellos, la Comisión, si observa graves incumplimientos de las obligaciones previstas en el citado Pacto, invitará al Estado a revisar su plan. En aquellos Estados que estén sometidos a procedimiento de déficit excesivo se refuerza la supervisión de la Comisión pues el Estado habrá de facilitar información adicional periódica acerca de las medidas internas que haya adoptado para superar tal situación, amén de atender las recomendaciones del Consejo.
Previsiones muy importantes incorporadas por
el Parlamento europeo para los Estados que reciban asistencia financiera, son:
de un lado, la Comisión deberá garantizar que los recortes presupuestarios
acometidos por los Estados no afecten al crecimiento o al empleo ni a la
inversión en sanidad y educación; de otro, la posible fijación de calendarios
más flexibles con el fin de no sumir en la ruina a los países con problemas de
atonía económica.
Lo interesante de todo este ajetreo es que
hace muy poco tiempo nadie hablaba del gobierno económico de Europa y hoy, sin
embargo, es un lugar común, fuera de los círculos contrarios a la construcción
europea. Es verdad que todo se hace a base de progresos y de retrocesos y que a
muchos nos alegran los primeros y nos impacientan los segundos. Pero lo cierto
es que se trata de un avance más en el camino hacia la unidad política europea,
todavía hoy embarazado por obstáculos muy relevantes.
¿Y qué pasa en España? Aparentemente contamos
con adecuados instrumentos jurídicos porque se
reformó la Constitución y se aprobó la ley orgánica “de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera” para poner en pie técnicas destinadas a hacer posibles unas sostenidas políticas del Estado, supuesta la limitación de recursos económicos. A su tenor, las Comunidades autónomas deben informar sobre las líneas esenciales de sus proyectos de presupuestos y, a la vista de ellos, la Administración central puede advertir acerca de la conveniencia de introducir técnicas correctoras, si se aprecia riesgo de incumplimiento de los objetivos establecidos. Después, si se producen tales incumplimientos, hay prevista una invitación a la Comunidad para que presente un plan económico y financiero. Tan solo ante su desobediencia recurrente y obstinada son posibles las medidas coercitivas y sancionadoras.
reformó la Constitución y se aprobó la ley orgánica “de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera” para poner en pie técnicas destinadas a hacer posibles unas sostenidas políticas del Estado, supuesta la limitación de recursos económicos. A su tenor, las Comunidades autónomas deben informar sobre las líneas esenciales de sus proyectos de presupuestos y, a la vista de ellos, la Administración central puede advertir acerca de la conveniencia de introducir técnicas correctoras, si se aprecia riesgo de incumplimiento de los objetivos establecidos. Después, si se producen tales incumplimientos, hay prevista una invitación a la Comunidad para que presente un plan económico y financiero. Tan solo ante su desobediencia recurrente y obstinada son posibles las medidas coercitivas y sancionadoras.
No quedan ahí los mecanismos de supervisión
financiera, porque la crítica situación de algunas Comunidades autónomas ha
generado nuevos planes económicos para facilitar la liquidez que, a su vez,
permiten al Gobierno requerir más información financiera, examinar su
actuación, proponer ajustes ... Es decir, existen medios engrasados.
Sin embargo, a la hora de usarlos, todo es
renuencia y aplazamiento. Actitud que contrasta -y esto es lo relevante- con la
rapidez empleada para aprobar recortes dolorosos que afectan a colectivos como
son los funcionarios o los pensionistas, o que generan desigualdad, como la
subida del impuesto del valor añadido, que iguala a todos los ciudadanos con
independencia de su patrimonio (en lugar de afrontar una reforma tributaria que
garantice el principio de progresividad establecido en la Constitución). Como
decimos, esta agilidad, tan facilona para el gobernante, se trueca en escrúpulo
y dengue a la hora de garantizar la estabilidad presupuestaria de todas las
Administraciones públicas y mantener unas políticas comprometidas en tratar de
forma desigual a los desiguales.
Ello obliga a mirar esperanzados hacia la
Unión europea que, en el largo camino hacia la unidad
política, va a imponer -como hemos visto- el objetivo de evitar, en esta hora de tribulaciones, que se afecte a la sanidad, la educación, la inversión productiva y el empleo. Es decir que se trata de desterrar el uso de la tijera allí donde se justifica el ser mismo del moderno Leviatán, monstruo ciertamente pero monstruo que permite mantener viva la fantasía de la justicia y las quimeras.
política, va a imponer -como hemos visto- el objetivo de evitar, en esta hora de tribulaciones, que se afecte a la sanidad, la educación, la inversión productiva y el empleo. Es decir que se trata de desterrar el uso de la tijera allí donde se justifica el ser mismo del moderno Leviatán, monstruo ciertamente pero monstruo que permite mantener viva la fantasía de la justicia y las quimeras.
Francisco Sosa Wagner y Mercedes Fuertes.
Publicado el día 16 de abril en el periódico El Mundo.
-Yo me pregunto si en España los políticos saben algo más que recortar, y recortar en prestaciones como sanidad o educación y olvidándose de meter tijera en otros lugares dónde sí se podría hacer sin perjudicar a los más débiles.
ResponderEliminar-O no saben o a sabiendas lo hacen para proteger sus intereses de partido y de amigos.
-En ése caso hablamos de políticos corruptos.
-Pues éso.
Aprovecho la ocasión, para felicitarle por su conferencia-coloquio en el día de ayer en Las Rozas, dónde nos expuso su punto de vista sobre la reforma de la administración local. Me he decidido a seguir su blog para ver si me animo a creer un poco más en esta Europa en la que usted nos representa.
ResponderEliminarRespecto a las "reformas" acometidas en España, me encanta este eufemismo que se utiliza para hablar de recortes, que por lo leído en este artículo suyo, van contra el espíritu de la Comisión, ya que afectan fundamentalmente al crecimiento (seguimos en recesión), al desempleo (sigue creciendo, a menor ritmo claro pues queda cada vez menos empleo que destruir), a la sanidad (17 sistemas sanitarios diferentes que fomentan la desigualdad entre los ciudadanos) y a la educación (maltratada por las reformas bipartidistas de la misma).
Por esto, me cuesta entender a los miembros de la Comisión cuando alaban y avalan tales "reformas" acometidas en España. Parece que se trata de quedar bien con el poder establecido.