Nuestro último libro
viernes, 25 de octubre de 2013
domingo, 13 de octubre de 2013
Gesticulando en Bélgica
(Hace unos días me publicó La Nueva España esta Sosería)
Voy a dar ideas renovadas a los inquisidores de la
lengua, a quienes hoy tratan de exigir el uso de un idioma en algunas regiones
españolas con el mismo talante con el que antaño se trataba de imponer “la
lengua del imperio”.
Aclaro de antemano, porque es de justicia, que las
aportaciones que dejo en esta Sosería no tienen mérito alguno pues se alimentan
de la rica experiencia que vivo en Bélgica, un
país admirable que ha tenido y
tiene deslumbrantes cabezas pero que también alberga zoquetes de apreciable
envergadura. O, si queremos decirlo de forma más culta, beocios o intonsos que
parecen haber seguido cursos especializados para adquirir tal grado.
Allí, en Flandes, en el lugar donde un día se puso
el sol (según Marquina), el propietario de una freiduría que lleva el rótulo
“Frituur Grand Place” ha recibido la orden de buscar un nombre flamenco para su
negocio. Y en un colegio cercano se puede rechazar a los niños que no hablen o
no comprendan suficientemente el neerlandés. También hay una campaña abierta
que promueve la delación de cualquier ciudadano que se permita utilizar alguna
lengua que no sea la neerlandesa.
Pero lo bueno y verdaderamente revolucionario ha
ocurrido en Menin, pueblo del Flandes oriental, que comparte su calle principal
con el municipio francés fronterizo de Halluin, donde la alcaldesa ha pedido
hace poco al personal de su Ayuntamiento que recurra a pictogramas o, en su
defecto, al lenguaje de gestos para impedir a los ciudadanos que se acerquen a
sus oficinas que utilicen la lengua de Rousseau.
Hay que añadir que, en esta localidad, el neerlandés
se habla por más de la mitad de la población pero el francés también se usa
cotidianamente por la mitad de sus habitantes y además se considera que al
menos un tercio es perfectamente bilingüe.
El problema, realmente arduo, se planteaba cuando un
ciudadano se acercaba a una ventanilla y no comprendía una sola palabra de
neerlandés. ¿Qué hacer? se preguntaban los funcionarios obligados a aplicar las
leyes de lenguas aprobadas en 1966. La respuesta de la alcaldesa ha sido clara:
“es preciso pensar una fórmula que impida el uso de la lengua francesa porque
hay un riesgo cierto de afrancesamiento de nuestro pueblo”.
Y por ahí hemos llegado al pictograma y al lenguaje
de gestos. Que no hay más remedio que usar en estos casos de contumaces
ignorantes del neerlandés. Aunque la compasión de la alcaldesa ha venido a
solucionar situaciones singulares. Tal por ejemplo la ayuda médica urgente,
momento delicado que abre la puerta al uso del francés pero entendiendo “tales
excepciones de forma extremadamente limitadas”.
Los superiores de la alcaldesa la han respaldado y
así, desde el Gobierno flamenco, el ministro de la Integración (?) ha juzgado
la medida como “excelente” y ha aportado un argumento definitivo: en Lille
(ciudad cercana francesa) un ciudadano no puede utilizar el neerlandés.
Introducido y aceptado el lenguaje de gestos ¿qué
tal si empezamos por dirigirnos a la alcaldesa con ese que destaca el dedo
medio y mantiene los demás abatidos, conocido vulgarmente con el nombre de
“peineta”?
domingo, 29 de septiembre de 2013
Paisaje blando
(Hace unos días me publicó La Nueva España esta Sosería).
Así que tenemos un ancho camino por explotar porque
lo que acertamos a ver a nuestro alrededor es un paisaje -la marina de Dalí o
la calle de nuestra casa- donde no se oyen voces sino ecos blandos. No sé si
nos damos cuenta de que estamos leyendo en un libro blando del que se han
escapado las letras.
Dalí da para mucho, sobre todo ahora que, cerrada la
exposición a él dedicada en el Reina Sofía, se puede meditar sobre su obra y
sus excentricidades personales.
Creo que entre los elementos puestos de moda por
esta vuelta a Dalí se encuentra el
poder seductor de lo blando que llegó al paroxismo con su cuadro dedicado a la persistencia de la memoria, más conocido como el de los relojes blandos. No sería la única vez que lo blando aparece en sus creaciones pues está también su Construcción blanda con judías hervidas y, cercano, su Nacimiento de los deseos líquidos.
poder seductor de lo blando que llegó al paroxismo con su cuadro dedicado a la persistencia de la memoria, más conocido como el de los relojes blandos. No sería la única vez que lo blando aparece en sus creaciones pues está también su Construcción blanda con judías hervidas y, cercano, su Nacimiento de los deseos líquidos.
Él ha contado que la idea de los relojes blandos se
le ocurrió cuando, habiendo terminado de pintar una marina de Cadaqués, se fue
a merendar y, en vez de tomar la magdalena famosa, se untó un poco de queso
Camembert en pan, lo que demuestra su finura gastronómica. Cuando volvió al
estudio vio la marina, pensó en el queso blando y se dio en imaginar como la
cosa más natural del mundo un reloj que fuera blando y así llevó al lienzo
varios de ellos y los acompañó de sus moscas y de sus hormigas, de su ojo con
pestañas extensas más alguna otra extravagancia, podría haber añadido
tranquilamente una hoja de cálculo, una lata de la que sale la regenta o una
procesión de urólogos ...
Preciso es, sin embargo, conformarse con lo que
alberga el cuadro. Si lo traigo a colación es porque pienso que lo blando, que
sedujo al enamorado de Cadaqués, bien podría extractar los males y las penurias
que hoy padecemos pues lo blando se puede untar, un verbo muy conjugado -no se
podrá negar- en la moderna España.
Pero es que además de servir de resumen que nos
alivie de escribir un ensayo sesudo plagado de notas a pie de página, la
proliferación de lo blando serviría como bálsamo a tanta tensión como
acumulamos. Imaginemos lo que sería disponer en nuestro paisaje del tesorero
blando, de los papeles blandos, del yerno blando, de la búrbuja blanda, del
corrupto blando, del rescate blando y del sindicato blando ... Todo, se
convendrá conmigo, sería más llevadero y nuestros dolores de cabeza, al
volverse blandos, no sería ni siquiera necesario combatirlos con aspirinas
blandas.
Nosotros hemos sido además pioneros pues, en nuestra
Historia reciente, a la Dictadura del General Primo de Rivera la llamamos la
“dictablanda” porque no mataba sino que se limitaba a practicar el insulto
blando y las prisiones blandas. Hoy, se impondría la moda del subsecretario
blando y no digamos el consuelo que supondría disponer de nacionalistas blandos
que formaran en las regiones irredentas y sedientas de Estado una cadena
blanda.
Pues ¿y en el ámbito internacional? Una guerra
blanda llevada con armas blandas sería más regocijante que las popularizadas
por Gila.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Alemania: lecciones de una noche electoral
(Ayer nos publicó el periódico El Mundo esta tribuna).
Quien haya tenido la oportunidad de seguir en los medios de
comunicación alemanes las elecciones celebradas el pasado día 22 habrá podido
advertir algunas diferencias con
nuestras prácticas. Pues resulta que son los alemanes unos tipos aburridos
quienes no gustan de plantear problemas cósmicos acerca de su propia naturaleza
(¿somos alemanes o bávaros, sajones o renanos?), ni de la estructura del Estado
(¿somos federales, cuasi federales, confederales, autonomistas de primera o de
segunda?), ni tampoco tienen partidos monárquicos que anden a la busca de un
tierno descendiente de los Hohenzollern para entronizarlo y sustituir a la
actual República ni nadie desea reconstruir la antigua y poderosa Prusia a
pesar de las muchas horas de gloria que dio al orgullo teutón ...
Ninguna de estas emociones fuertes ha podido vivir quien haya seguido
las incidencias y las noticias del proceso electoral que ha tenido lugar más
allá del Rin. Más bien se habrá tenido que contentar con debates acerca de las
guarderías o sobre el coste de la energía que ha aumentado como consecuencia
del abandono por el gobierno de la señora Merkel de la opción nuclear tras el
accidente de Fukushima. O sobre los alquileres de viviendas, la privacidad en
las comunicaciones vía Internet, el trabajo doméstico, la ocupación de los
abuelos con los nietos, las pensiones, la financiación de los hospitales, los
médicos de familia, el trabajo del cónyuge que prefiere quedarse en casa, la
lucha contra el ruido y otras cuestiones de este fastidioso tenor.
Dicho en términos de géneros literarios: poca poesía épica; por el
contrario, prosa y, con respeto para los protagonistas, prosa pedestre. Nada
pues de hazañas vistosas, sustituidas éstas como han sido por la discusión
sobre humildes cambios en esta o en aquella ley o, más oscuro aún, en el
reglamento sobre la asistencia infantil.
Para quienes buscamos las aventuras leyendo la Odisea, el Conde de
Montecristo o el Buscón o iniciando un viaje exótico del que traer historias
sacadas al oro de la tierra o a las entrañas de los mares, este sosiego de una
campaña electoral nos parece una de las formas civilizadas de que dispone el
ser humano para conducirse en sociedad sin atropellos ni aspavientos.
Nos sentimos aliviados quienes creemos que el delicado sistema
democrático solo puede mantenerse si sus actores discrepan educadamente en lo
accesorio pero creen en lo esencial. Quienes admiten los ingredientes básicos
del invento para divergir tan solo en lo secundario; en fin, quienes no quieren
cortar, en cada recodo de la Historia, la cinta de una nueva era del universo
sino solventar modestamente y de la manera menos fastidiosa posible los
problemas del vecino.
Precisamente por ello se exige a los partidos políticos alemanes la
adhesión a la Constitución y a sus valores y principios fundamentales, entre
los que se encuentran aquellos que componen la “cláusula de eternidad” y que
son la estructura federal de la República, la participación de los Länder en la legislación de la
Federación y la salvaguardia y protección de los derechos fundamentales.
A lo largo de la vida de la República, desde las primeras elecciones
que estabilizaron el régimen salido del acuerdo con las potencias vencedoras,
las leyes electorales se han modificado en diversas ocasiones para acoger
variaciones como la mayoría de edad, el voto de extranjeros u otras cuestiones
más técnicas. La última reforma ha ido dirigida a afinar la proporcionalidad en
la atribución de los escaños, asunto que había sido planteado a los magistrados
constitucionales en 2012. Como consecuencia de sus pronunciamientos, los
partidos políticos acordaron una alteración de la ley que se ha aplicado ya en
estos comicios de septiembre de 2013.
Adviértase la diferencia con nuestro país donde el Gobierno socialista
anterior, consciente de la necesidad de buscar una salida a nuestro sistema
electoral injusto y obsoleto, pidió un dictamen al Consejo de Estado en 2008
que este emitió en febrero de 2009. En él, con gran equilibrio argumental y
fino apoyo técnico, se daban fórmulas bien precisas para abordar tal reforma,
que duerme un sueño pegajoso, pesado y gris en alguna gaveta ministerial.
En la hora presente, en Alemania, la atribución de los escaños se
realiza combinando sabiamente los criterios mayoritario y proporcional porque
cada papeleta que el ciudadano toma en sus manos contiene dos votos: el primero
sirve para seleccionar, por el sistema mayoritario, al diputado de una comarca;
el segundo va dirigido a un partido político que dispone de una lista cerrada
en el espacio del Land para atribuir
los escaños. Varias son las ventajas de esta doble forma de pronunciarse el
elector: la cercanía a un candidato pues se vota a una cara y la proporcionalidad
exigible a todo sistema representativo. Además, un elector puede votar de forma
distinta y por tanto no está encadenado a una opción política única.
El Tribunal Constitucional de Karlsruhe ha obligado a afinar a la hora
de la distribución de escaños, consecuencia de este segundo voto, con la mirada
puesta siempre en asegurar la máxima
igualdad. Por ello surgen los escaños llamados “excedentes” y “de compensación”
que aumentan el número inicial de escaños.
De nuevo adviértase la diferencia con nuestro medio, empecinados como
estamos en la discusión sobre las listas abiertas o desbloqueadas,
desaconsejadas por buena parte de los expertos pues tendrían un doble efecto
demoledor: destruir internamente a los partidos y, al mismo tiempo, destruir la
Cámara así elegida.
Preciso es añadir que los escaños solo se distribuyen entre aquellas
formaciones políticas que hayan obtenido al menos tres diputados por el voto
primero o alcancen el 5% de los segundos votos emitidos en un Land. Esta cautela hunde sus raíces en
la constante preocupación alemana de dar estabilidad a la Cámara y al Gobierno
para conjurar los desgarros vividos en la época de Weimar.
En estas recientes elecciones la democracia cristiana (con su partido
hermano bávaro) han rozado la mayoría absoluta. Con todo, se está debatiendo la
búsqueda de un segundo partido para gobernar en coalición porque esa es la
tradición que viene desde la época de Adenauer quien prefirió como pareja de
baile a los liberales que luego seguirían siendo perejil de todas las salsas
políticas: con Willly Brandt, con Helmut Schmidt, con Helmut Kohl, con la
propia Angela Merkel. Hasta hoy que han sido barridos del mapa político.
Otra razón que avala la necesidad de un segundo partido en el Gobierno
es la composición del Bundesrat que
representa a los Länder y donde la
democracia cristiana carece de la mayoría suficiente. Hacer obstrucción desde
esta segunda Cámara a las propuestas legislativas que el Gobierno lleva a la
primera (Bundestag) no sería
precisamente una novedad en la historia reciente alemana.
De nuevo una enseñanza para nosotros: a nadie se le ocurre allí
confeccionar un Gobierno a base de juntar a todos los partidos contra el que ha
ganado las elecciones como ha sido frecuente en algunas Comunidades autónomas
españolas. Por cierto con los desastrosos resultados que bien conocemos. Y ello
porque sería entendido como un fraude a la voluntad de los ciudadanos.
A anotar además que el partido social-demócrata alemán -y lo mismo
ocurre con los verdes- rechaza con firmeza cualquier pacto con los comunistas,
representados por Die Linke,
argumentando que nada les une a ellos en el terreno programático. Sépase que
una alianza de todos ellos impediría la formación de un Gobierno encabezado por
la señora Merkel.
Y en tal sentido se han pronunciado los jefes de estas formaciones
políticas en un debate ante las cámaras de televisión protagonizado por ellos a
las dos horas de haberse cerrado los colegios electorales y que, en el lenguaje
de los medios de comunicación, recibe el nombre de “ronda de los elefantes”. De
nuevo una diferencia con nosotros: son todos ellos quienes dan la cara juntos y
no por separado en sus respectivos refugios explicando ya en ese momento
posibles pactos y acuerdos, aunque remitiendo la decisión definitiva a los
órganos de su partido.
La participación ha sido alta: más del setenta por ciento. Vemos por
último cómo el sistema tiene capacidad de renovación pues un partido histórico
desaparece -con anuncio de dimisión de sus máximos responsables- y otros, aun
sin entrar en el parlamento, pueden exhibir ya su perfil de fuerzas políticas
emergentes. Tal es el caso de la “Alternativa para Alemania” o de los mismos
“Piratas”. Justamente en esto, se convendrá con nosotros, consiste la esencia
de los sistemas democráticos en los que es indispensable mantener una ventana
abierta para que se produzca la necesaria ventilación y la dispersión de las
miasmas. Lo contrario produce sistemas agarrotados o democracias escoltadas.
Hay algo en estas noches electorales de lo que sí podemos estar
orgullosos los españoles: el recuento de votos y la difusión de esa información
se hace en España de forma mucho más ágil y transparente.
Francisco Sosa Wagner y Mercedes Fuertes
sábado, 14 de septiembre de 2013
La vuelta de Gulliver
(Hace unos días me publicó La Nueva España esta Sosería)
Le preguntaban hace poco a un brillante rejoneador
español cuáles eran los problemas que planteaba el traslado permanente de sus
caballos de un lado a otro, incluso a través del Atlántico para torear en las
plazas de América. Pues bien, este hombre contestó que uno al que debía prestar
atención especial era el de la animadversión de unos caballos con otros. Ello
le obligaba a cuidar de que se les
separara porque, si viajaban juntos, podían acabar en peleas y con ellas
en heridas más otros estropicios malhadados.
¡Acabáramos! Es decir que entre caballos cuidados,
bien alimentados, viajados, admirados
y acicalados, caballos que son la élite caballar, las celebrities de ese mundo a cuatro patas, los envidiados habitantes del Gotha equino, entre estos seres exquisitos resulta que existen las mismas pendencias -y sostenidas además con análoga tenacidad- que entre los empleados de las Cajas de Ahorros, de la oficina del Catastro o de la planta de perfumería del Corte Inglés. O entre los profesores de la Universidad, un gremio que algo conozco, y que saben poner un punto de maldad resabiada y de miserias como navajas, producto de sus temibles pujos científicos.
y acicalados, caballos que son la élite caballar, las celebrities de ese mundo a cuatro patas, los envidiados habitantes del Gotha equino, entre estos seres exquisitos resulta que existen las mismas pendencias -y sostenidas además con análoga tenacidad- que entre los empleados de las Cajas de Ahorros, de la oficina del Catastro o de la planta de perfumería del Corte Inglés. O entre los profesores de la Universidad, un gremio que algo conozco, y que saben poner un punto de maldad resabiada y de miserias como navajas, producto de sus temibles pujos científicos.
A partir del conocimiento de esta realidad uno se
pregunta o yo pregunto a los biólogos y especialistas si las mismas rivalidades
existen en una madriguera de conejos, en el rebaño de ovejas que tengo cerca de
mi casa cuidado por unos gigantescos mastines y si, a su vez, el mastín está
peleado con la oveja tal o cual o solo se enfrenta a sus hermanos de raza
perruna. ¿Es verdad que en el parque de Oviedo riñen patos y pavos reales? Pues
¿y la colmena de abejas? ¿y el hormiguero veraniego? ¿y la charca donde
chapotean dos docenas de ranas? Las tortugas que he visto en el Caribe, tan
despaciosas y bobaliconas ¿andan también a la greña como los caballos del
rejoneador? El desasosiego que todas estas preguntas causa exige una respuesta
científica.
Aunque el caso de los caballos es muy difícil de
asumir porque quienes hemos leído a Jonathan Swift y sus viajes de Gulliver
sabemos que, en el cuarto de ellos, es donde aparece el mundo de los caballos,
los Houyhnhnm, enfrentados a los yahoos (como el servidor y el correo
electrónico). Y allí resulta que los Houyhnhnm
-es decir, los caballos de joviales relinchos- son unos benditos adornados con
perfecciones sin cuento, caballerosos y generosos, que por lo mismo no pueden
soportar a los yahoos, seres humanos
envidiosos, torvos, cultivadores exuberantes de todos los vicios imaginables:
un asquito, en suma.
Por eso Gulliver, el viajero, se hace miembro de la
comunidad equina y les admira tanto que les imita y se convierte prácticamente
en un Houyhnhnm rechazando a los yahoos, para él alcancía de defectos y
epítome de una maldad acumulada y refinada por siglos de vivir en la ancha
alameda de la hipocresía y la impostura.
Pero, ay, el travestismo humano - caballar es
difícil de lograr y por eso los Houyhnhnm
le desenmascaran y lo expulsan de su logia. Solo cuando Gulliver es recogido
por el capitán de un barco portugués, es decir, un yahoo, descubre que este es un hombre tierno que le protege y le
ayuda.
Conclusión: como a cuatro patas parece que tampoco
hay un futuro apacible, sigamos haciendo de bípedos. Acogidos a la esperanza de
que en el fondo de nuestras vilezas, allá muy en el fondo, alguna vez habite el
bien.
viernes, 30 de agosto de 2013
¿Cuántas Comunidades autónomas?
(Ayer me publicó el periódico El Mundo este artículo).
Ha sido en este periódico donde se han publicado las declaraciones del presidente de un Land alemán (Sajonia-Anhalt) relativas a la necesidad de fusionar tres Länder (el suyo propio más Sajonia y Turingia) con el objeto de gestionar mejor los servicios, racionalizar el gasto público y adquirir mayor peso en el Bundesrat, Cámara -como se sabe- de representación de las entidades federadas alemanas. También el director de este periódico, en uno de sus artículos dominicales, planteaba la hipótesis de un futuro español con dos o tres Comunidades autónomas. Todo ello se une a la reivindicación de determinadas fuerzas políticas españolas de incluir en la Constitución los nombres de nuestras Comunidades y Ciudades autónomas.
Asunto pues de debate que, en el caso alemán, tiene larga data. Porque detrás de los actuales dieciséis Länder está toda la historia alemana desde -pongamos una fecha que no se pierda en el espejo retrovisor- principios del siglo XIX. Y es que la lucha contra los “Estaditos” ha sido una de las señas de identidad de las fuerzas progresistas a lo largo de ese siglo y por eso el número de territorios va disminuyendo poco a poco hasta hoy. Tras la gran hecatombe, los aliados imponen unos Länder que son -más o menos- los actuales: sacados unos de la tradición histórica -Baviera-, otros diseñados artificialmente (Renania del Norte-Westfalia, Baja Sajonia) o producto de la división de algún viejo Reino como fue el caso de Württemberg y así seguido. El Sarre quedó en situación provisional y Berlín con un estatuto especial ... La desaparición de la DDR en 1990 trajo consigo la incorporación de nuevos Länder, algunos de los cuales son los que ahora quieren unirse para ganar en prestancia política.
Pleitos constitucionales en torno a estas demarcaciones territoriales hubo: el más sonado fue el de la creación del Land de Baden-Wurttemberg (1952) que llegó a los magistrados del Tribunal Constitucional quienes sancionaron su existencia al incluir en un espacio común al antiguo Gran Ducado de Baden (en cuya capital, Karlsruhe, es donde tiene su sede precisamente el Tribunal). Hoy es uno de los más potentes de Alemania.
La Ley Fundamental alemana incluye los nombres de los Länder en su Preámbulo y lo hace para delimitar su propio ámbito territorial. La polémica en torno a la naturaleza de tal Preámbulo está zanjada a favor de su fuerza jurídica tal como se había defendido por algunos autores ya desde la época de Weimar. Pero, cuando el lector se adentra en el texto, se encuentra con el artículo 29 que lleva por título “nueva ordenación del territorio federal” que, en efecto, puede llevarse a cabo para garantizar que los Länder, por su tamaño y su capacidad económica, puedan cumplir eficazmente las tareas que tienen asignadas. Para ultimar una operación política de este porte deberán tenerse en cuenta “las afinidades regionales, los contextos históricos y culturales, la conveniencia económica, así como las exigencias de la ordenación territorial y la planificación regional”. Cumplimentar el trayecto exige una ley federal que requiere la audiencia de los Länder afectados y posteriormente la ratificación por referendo.
Hay otras formas de fusión previstas en el mismo precepto, en especial la que se inicia con la celebración de un Tratado entre los Länder que pretendan dicha fusión, sigue con la participación de municipios y otras entidades locales más el pronunciamiento popular y termina con la aprobación de la Cámara de Diputados (Bundestag).
Desde tempranas fechas, intentos de reordenar el espacio federal alemán reduciendo el número de sus Länder ha habido muchos. Recordemos el que propició el gobierno del canciller Willy Brandt quien encargó a una Comisión de expertos formular al efecto las propuestas pertinentes (Comisión Werner Ernst, por el nombre del catedrático que la presidió). Después de dos años de trabajos, sus conclusiones bastante precisas recomendaban varias fusiones por la geografía alemana, todas ellas articuladas según el siguiente criterio: las entidades resultantes habrían de disponer de una población mínima de cinco millones de habitantes. Los avatares políticos malograron los trabajos de Ernst y sus colaboradores.
Con posterioridad se han llegado a celebrar incluso algunos referendos o recogida previa de firmas, por ejemplo en Baden para separarse de Baden-Württemberg que fracasó estrepitosamente; o en la Baja Sajonia y en Renania-Palatinado; o también en una parte de Baviera (Franconia) que asímismo se frustraron. Un intento de fusión de los Länder Berlin y Brandenburg, que contaba con un respaldo parlamentario inicial, se saldó negativamente a la postre en 1996. A subrayar que, cuando estos problemas han llegado al Tribunal Constitucional, éste se ha encargado de precisar que “cualquier nueva ordenación del territorio federal es una competencia exclusiva de la Federación” (así en la sentencia de Hessen de 1961).
La reforma federal que culmina en 2006 tenía prevista una tercera fase para abordar precisamente este problema. A tal efecto se cuenta con muchos estudios, publicados y tratados en algún libro (Joachim Sanden), que han sido realizados por profesores, partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones sociales o científicas. En todos ellos se elaboran los criterios para llegar a un máximo de ocho o nuevo Länder en lugar de los dieciséis hoy existentes.
También se barajan otras alternativas consistentes en la celebración de Acuerdos o Convenios entre varios Länder para trabajar conjuntamente en una determinada dirección política o en la prestación de servicios comunes. Los Länder de Berlin y Brandenburg que hemos visto reticentes a su fusión disponen, sin embargo, de tribunales y jueces comunes en materia financiera, laboral y contencioso-administrativa. Lo mismo ocurre entre la Baja Sajonia y Schleswig-Holstein, o entre Hessen y Renania-Palatinado en torno a un instituto científico común de carácter agrícola y de cultivo del vino. Centrales de datos, Bancos, Oficinas de pesos y medidas comunes son frecuentes en varios territorios. Como son frecuentes las organizaciones públicas -también por supuesto privadas- que traspasan las fronteras en materia de comunicaciones, de transportes, de televisión, de protección ante catástrofes ... O la poderosa DGB, central de la representación sindical.
Preciso es añadir que, si echamos un vistazo general a los programas de los dos principales partidos políticos que se enfrentan en las elecciones de este año 2013, el cristiano-demócrata y el social-demócrata, no se advierten huellas de este asunto en ninguno de ellos. Y es muy probable que, si analizáramos los contenidos de los presentados por las demás formaciones políticas, encontraríamos el mismo silencio.
Ello se debe a que se trata esta de una cuestión espinosa que no es popular y que no proporciona buena munición en la pelea por los escaños del Parlamento. Sin embargo, es muy probable que la evolución de la población alemana, la situación calamitosa en la que se encuentran algunos Länder, especialmente los que estuvieron alojados en el territorio de la DDR, los enfrentamientos entre Länder que pagan y Länder que cobran (algunas de tales disputas habrán de ser dirimidas por el Tribunal Constitucional) más las exigencias del equilibrio presupuestario, especialmente a partir de 2020, se conviertan en circunstancias que obliguen a reeditar viejas propuestas y a una meditación renovada y fría sobre unas estructuras políticas en las que conviven unidades grandes y fuertes como Baviera o Baden-Württemberg con otras pequeñas como el Sarre o abiertamente menesterosas como Mecklenburgo - Antepomerania. Por no citar el caso de un Berlín en bancarrota.
¿Qué lecciones podemos extraer los españoles?
La primera es que, según ha quedado explicado, la tarea de encauzar y orientar cualquier proceso de mudanzas en el mapa federal corresponde a la Federación (aquí diríamos el Estado). Con las entidades federadas, con los municipios, con la ciudadanía y demás pero al final el broche lo pone la Federación. Nada pues de bromas de referendos secesionistas ni de otras lindezas del hispano solar como el ejercicio del “derecho a decidir” ni de autodeterminaciones propias de la Primera Guerra Mundial o de los regímenes coloniales.
La segunda es que la enumeración de los nombres de las Comunidades autónomas en una Constitución reformada sería un cabal desatino si no fuera acompañada de un procedimiento para poder alterar la envergadura y el número de nuestras autonomías. No podemos perder de vista que nosotros disponemos de diecisiete Comunidades Autónomas y dos Ciudades, igualmente Autónomas en el norte de África, para gobernar un censo de cuarenta y siete millones de ciudadanos mientras que Alemania cuenta, con dieciséis Länder para hacer lo mismo con ochenta y dos millones. La necesidad de reordenar el mapa autónomico en un futuro obliga a no meterlo en el incómodo lecho de Procusto que sería un precepto constitucional.
Solo personas muy conservadoras pueden pensar que este diseño de Comunidades autónomas -como por lo demás ocurre con los municipios o las provincias- ha de ser eterno. Es hijo de la Historia y por tanto cambiante como cambiante es la eterna fantasía del humano quehacer. Lo contrario es estar atrapado por la baratija del inmovilismo, por la soledad muerta del movimiento nacional.
Ha sido en este periódico donde se han publicado las declaraciones del presidente de un Land alemán (Sajonia-Anhalt) relativas a la necesidad de fusionar tres Länder (el suyo propio más Sajonia y Turingia) con el objeto de gestionar mejor los servicios, racionalizar el gasto público y adquirir mayor peso en el Bundesrat, Cámara -como se sabe- de representación de las entidades federadas alemanas. También el director de este periódico, en uno de sus artículos dominicales, planteaba la hipótesis de un futuro español con dos o tres Comunidades autónomas. Todo ello se une a la reivindicación de determinadas fuerzas políticas españolas de incluir en la Constitución los nombres de nuestras Comunidades y Ciudades autónomas.
Asunto pues de debate que, en el caso alemán, tiene larga data. Porque detrás de los actuales dieciséis Länder está toda la historia alemana desde -pongamos una fecha que no se pierda en el espejo retrovisor- principios del siglo XIX. Y es que la lucha contra los “Estaditos” ha sido una de las señas de identidad de las fuerzas progresistas a lo largo de ese siglo y por eso el número de territorios va disminuyendo poco a poco hasta hoy. Tras la gran hecatombe, los aliados imponen unos Länder que son -más o menos- los actuales: sacados unos de la tradición histórica -Baviera-, otros diseñados artificialmente (Renania del Norte-Westfalia, Baja Sajonia) o producto de la división de algún viejo Reino como fue el caso de Württemberg y así seguido. El Sarre quedó en situación provisional y Berlín con un estatuto especial ... La desaparición de la DDR en 1990 trajo consigo la incorporación de nuevos Länder, algunos de los cuales son los que ahora quieren unirse para ganar en prestancia política.
Pleitos constitucionales en torno a estas demarcaciones territoriales hubo: el más sonado fue el de la creación del Land de Baden-Wurttemberg (1952) que llegó a los magistrados del Tribunal Constitucional quienes sancionaron su existencia al incluir en un espacio común al antiguo Gran Ducado de Baden (en cuya capital, Karlsruhe, es donde tiene su sede precisamente el Tribunal). Hoy es uno de los más potentes de Alemania.
La Ley Fundamental alemana incluye los nombres de los Länder en su Preámbulo y lo hace para delimitar su propio ámbito territorial. La polémica en torno a la naturaleza de tal Preámbulo está zanjada a favor de su fuerza jurídica tal como se había defendido por algunos autores ya desde la época de Weimar. Pero, cuando el lector se adentra en el texto, se encuentra con el artículo 29 que lleva por título “nueva ordenación del territorio federal” que, en efecto, puede llevarse a cabo para garantizar que los Länder, por su tamaño y su capacidad económica, puedan cumplir eficazmente las tareas que tienen asignadas. Para ultimar una operación política de este porte deberán tenerse en cuenta “las afinidades regionales, los contextos históricos y culturales, la conveniencia económica, así como las exigencias de la ordenación territorial y la planificación regional”. Cumplimentar el trayecto exige una ley federal que requiere la audiencia de los Länder afectados y posteriormente la ratificación por referendo.
Hay otras formas de fusión previstas en el mismo precepto, en especial la que se inicia con la celebración de un Tratado entre los Länder que pretendan dicha fusión, sigue con la participación de municipios y otras entidades locales más el pronunciamiento popular y termina con la aprobación de la Cámara de Diputados (Bundestag).
Desde tempranas fechas, intentos de reordenar el espacio federal alemán reduciendo el número de sus Länder ha habido muchos. Recordemos el que propició el gobierno del canciller Willy Brandt quien encargó a una Comisión de expertos formular al efecto las propuestas pertinentes (Comisión Werner Ernst, por el nombre del catedrático que la presidió). Después de dos años de trabajos, sus conclusiones bastante precisas recomendaban varias fusiones por la geografía alemana, todas ellas articuladas según el siguiente criterio: las entidades resultantes habrían de disponer de una población mínima de cinco millones de habitantes. Los avatares políticos malograron los trabajos de Ernst y sus colaboradores.
Con posterioridad se han llegado a celebrar incluso algunos referendos o recogida previa de firmas, por ejemplo en Baden para separarse de Baden-Württemberg que fracasó estrepitosamente; o en la Baja Sajonia y en Renania-Palatinado; o también en una parte de Baviera (Franconia) que asímismo se frustraron. Un intento de fusión de los Länder Berlin y Brandenburg, que contaba con un respaldo parlamentario inicial, se saldó negativamente a la postre en 1996. A subrayar que, cuando estos problemas han llegado al Tribunal Constitucional, éste se ha encargado de precisar que “cualquier nueva ordenación del territorio federal es una competencia exclusiva de la Federación” (así en la sentencia de Hessen de 1961).
La reforma federal que culmina en 2006 tenía prevista una tercera fase para abordar precisamente este problema. A tal efecto se cuenta con muchos estudios, publicados y tratados en algún libro (Joachim Sanden), que han sido realizados por profesores, partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones sociales o científicas. En todos ellos se elaboran los criterios para llegar a un máximo de ocho o nuevo Länder en lugar de los dieciséis hoy existentes.
También se barajan otras alternativas consistentes en la celebración de Acuerdos o Convenios entre varios Länder para trabajar conjuntamente en una determinada dirección política o en la prestación de servicios comunes. Los Länder de Berlin y Brandenburg que hemos visto reticentes a su fusión disponen, sin embargo, de tribunales y jueces comunes en materia financiera, laboral y contencioso-administrativa. Lo mismo ocurre entre la Baja Sajonia y Schleswig-Holstein, o entre Hessen y Renania-Palatinado en torno a un instituto científico común de carácter agrícola y de cultivo del vino. Centrales de datos, Bancos, Oficinas de pesos y medidas comunes son frecuentes en varios territorios. Como son frecuentes las organizaciones públicas -también por supuesto privadas- que traspasan las fronteras en materia de comunicaciones, de transportes, de televisión, de protección ante catástrofes ... O la poderosa DGB, central de la representación sindical.
Preciso es añadir que, si echamos un vistazo general a los programas de los dos principales partidos políticos que se enfrentan en las elecciones de este año 2013, el cristiano-demócrata y el social-demócrata, no se advierten huellas de este asunto en ninguno de ellos. Y es muy probable que, si analizáramos los contenidos de los presentados por las demás formaciones políticas, encontraríamos el mismo silencio.
Ello se debe a que se trata esta de una cuestión espinosa que no es popular y que no proporciona buena munición en la pelea por los escaños del Parlamento. Sin embargo, es muy probable que la evolución de la población alemana, la situación calamitosa en la que se encuentran algunos Länder, especialmente los que estuvieron alojados en el territorio de la DDR, los enfrentamientos entre Länder que pagan y Länder que cobran (algunas de tales disputas habrán de ser dirimidas por el Tribunal Constitucional) más las exigencias del equilibrio presupuestario, especialmente a partir de 2020, se conviertan en circunstancias que obliguen a reeditar viejas propuestas y a una meditación renovada y fría sobre unas estructuras políticas en las que conviven unidades grandes y fuertes como Baviera o Baden-Württemberg con otras pequeñas como el Sarre o abiertamente menesterosas como Mecklenburgo - Antepomerania. Por no citar el caso de un Berlín en bancarrota.
¿Qué lecciones podemos extraer los españoles?
La primera es que, según ha quedado explicado, la tarea de encauzar y orientar cualquier proceso de mudanzas en el mapa federal corresponde a la Federación (aquí diríamos el Estado). Con las entidades federadas, con los municipios, con la ciudadanía y demás pero al final el broche lo pone la Federación. Nada pues de bromas de referendos secesionistas ni de otras lindezas del hispano solar como el ejercicio del “derecho a decidir” ni de autodeterminaciones propias de la Primera Guerra Mundial o de los regímenes coloniales.
La segunda es que la enumeración de los nombres de las Comunidades autónomas en una Constitución reformada sería un cabal desatino si no fuera acompañada de un procedimiento para poder alterar la envergadura y el número de nuestras autonomías. No podemos perder de vista que nosotros disponemos de diecisiete Comunidades Autónomas y dos Ciudades, igualmente Autónomas en el norte de África, para gobernar un censo de cuarenta y siete millones de ciudadanos mientras que Alemania cuenta, con dieciséis Länder para hacer lo mismo con ochenta y dos millones. La necesidad de reordenar el mapa autónomico en un futuro obliga a no meterlo en el incómodo lecho de Procusto que sería un precepto constitucional.
Solo personas muy conservadoras pueden pensar que este diseño de Comunidades autónomas -como por lo demás ocurre con los municipios o las provincias- ha de ser eterno. Es hijo de la Historia y por tanto cambiante como cambiante es la eterna fantasía del humano quehacer. Lo contrario es estar atrapado por la baratija del inmovilismo, por la soledad muerta del movimiento nacional.
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