domingo, 10 de noviembre de 2013

Un ser admirable: el traductor

(Hace unos días me publicó La Nueva España esta Sosería).




Disfrutar de las traducciones cuidadas de libros, de la gran narrativa extranjera vertida a un español preciso y rico es festín para el paladar. Antes que a los políticos gestadores de Europa, los Monnet, Schumann, etc encontramos al traductor
abatiendo fronteras, allanando las montañas de los idiomas con la piqueta de su arte y dejando expedito el camino para el gran abrazo de las culturas. Europa sin Shakespeare, sin Goethe, sin Tolstoi o sin Cervantes, no pasaría de ser un recreo de la geografía, pasatiempo de topógrafos, porque son esos hombres y sus obras los que le prestan la conformación que le permite caminar erguida. Sin estos creadores Europa sería amasijo, confusión, un revuelto de reglamentos y supersticiones.

Porque siendo los idiomas las barreras que un dios colérico mandó construir, son precisamente los traductores quienes han tenido la gentil osadía de desafiar a ese dios para conseguir que el mundo sea uno y que el pan de la cultura se distribuya entre los mortales como la gran eucaristía que es. Sin las traducciones andaríamos a tientas, tropezando e inventando un mundo ya inventado, descubriendo cada mañana el mediterráneo de las grandes pasiones humanas. Y es que sin Otelo amaríamos peor, sin Balzac no entenderíamos nada, y ya sin Virgilio todo sería silencio, la frialdad descolorida de la ignorancia.

Quien desnuda a la gramática y debela a la filología es el traductor, mandón sobre las palabras. Homero llamaba a Zeus “el que ordena a las nubes”, pues el traductor es quien ordena a las palabras para que sean habitadas por espejos vivientes de mil destellos.

El traductor hace el milagro de dar vida a la obra que está muerta para millones de seres humanos, poniéndola en pie a base de las caricias de sus adjetivos y de sus verbos. El traductor es un cirujano incruento y su quirófano es un taller mirífico en el que entra un jeroglífico y sale una novela.

Si hay quien se empeña en poner barreras entre los hombres, así los ejércitos o las religiones, el traductor está ahí para desbaratarlas enarbolando la sencilla bandera del arte y desplegando las luminarias de los versos.

El traductor posee además el encanto del bohemio y no es una casualidad que la bohemia literaria española de principios del siglo XX estuviera habitada por traductores siendo el más conocido de todos Cansinos Asséns. Dominaba el francés, el alemán, el ruso ... aunque el malvado de Alejandro Sawa (otro traductor) dijera de él que estaba dispuesto a cambiar todas esas lenguas "por una a la escarlata".

El traductor tiene algo de deshollinador y mucho de desinfectador: quita los humos de la incultura y limpia de polillas. Purifica el ambiente al llenarlo de palabras que -no lo olvidemos- son como las ostras porque traen dentro la joya de una música que sólo el escritor sabe descubrir.

Y, encima, lo hace con modestia y así como el músico que interpreta la obra ajena tiene el desempacho de poner su nombre con los mismos o mayores caracteres que el del genio creador, el traductor se esconde en una página del libro que nadie lee como el niño que acaba de hacer una travesura se refugia en un rincón.

Alma de monje servicial. Ímpetu de coloso pues sabe enfrentarse a los mandatos divinos desmontando a base de afectos y ayunos las piedras de la iracunda torre bíblica.

 

viernes, 25 de octubre de 2013

domingo, 13 de octubre de 2013

Gesticulando en Bélgica

(Hace unos días me publicó La Nueva España esta Sosería)




Voy a dar ideas renovadas a los inquisidores de la lengua, a quienes hoy tratan de exigir el uso de un idioma en algunas regiones españolas con el mismo talante con el que antaño se trataba de imponer “la lengua del imperio”.

Aclaro de antemano, porque es de justicia, que las aportaciones que dejo en esta Sosería no tienen mérito alguno pues se alimentan de la rica experiencia que vivo en Bélgica, un
país admirable que ha tenido y tiene deslumbrantes cabezas pero que también alberga zoquetes de apreciable envergadura. O, si queremos decirlo de forma más culta, beocios o intonsos que parecen haber seguido cursos especializados para adquirir tal grado.

Allí, en Flandes, en el lugar donde un día se puso el sol (según Marquina), el propietario de una freiduría que lleva el rótulo “Frituur Grand Place” ha recibido la orden de buscar un nombre flamenco para su negocio. Y en un colegio cercano se puede rechazar a los niños que no hablen o no comprendan suficientemente el neerlandés. También hay una campaña abierta que promueve la delación de cualquier ciudadano que se permita utilizar alguna lengua que no sea la neerlandesa.

Pero lo bueno y verdaderamente revolucionario ha ocurrido en Menin, pueblo del Flandes oriental, que comparte su calle principal con el municipio francés fronterizo de Halluin, donde la alcaldesa ha pedido hace poco al personal de su Ayuntamiento que recurra a pictogramas o, en su defecto, al lenguaje de gestos para impedir a los ciudadanos que se acerquen a sus oficinas que utilicen la lengua de Rousseau.

Hay que añadir que, en esta localidad, el neerlandés se habla por más de la mitad de la población pero el francés también se usa cotidianamente por la mitad de sus habitantes y además se considera que al menos un tercio es perfectamente bilingüe.

El problema, realmente arduo, se planteaba cuando un ciudadano se acercaba a una ventanilla y no comprendía una sola palabra de neerlandés. ¿Qué hacer? se preguntaban los funcionarios obligados a aplicar las leyes de lenguas aprobadas en 1966. La respuesta de la alcaldesa ha sido clara: “es preciso pensar una fórmula que impida el uso de la lengua francesa porque hay un riesgo cierto de afrancesamiento de nuestro pueblo”.

Y por ahí hemos llegado al pictograma y al lenguaje de gestos. Que no hay más remedio que usar en estos casos de contumaces ignorantes del neerlandés. Aunque la compasión de la alcaldesa ha venido a solucionar situaciones singulares. Tal por ejemplo la ayuda médica urgente, momento delicado que abre la puerta al uso del francés pero entendiendo “tales excepciones de forma extremadamente limitadas”.

Los superiores de la alcaldesa la han respaldado y así, desde el Gobierno flamenco, el ministro de la Integración (?) ha juzgado la medida como “excelente” y ha aportado un argumento definitivo: en Lille (ciudad cercana francesa) un ciudadano no puede utilizar el neerlandés.

Introducido y aceptado el lenguaje de gestos ¿qué tal si empezamos por dirigirnos a la alcaldesa con ese que destaca el dedo medio y mantiene los demás abatidos, conocido vulgarmente con el nombre de “peineta”?

 

domingo, 29 de septiembre de 2013

Paisaje blando

(Hace unos días me publicó La Nueva España esta Sosería).



Dalí da para mucho, sobre todo ahora que, cerrada la exposición a él dedicada en el Reina Sofía, se puede meditar sobre su obra y sus excentricidades personales.

Creo que entre los elementos puestos de moda por esta vuelta a Dalí se encuentra el
poder seductor de lo blando que llegó al paroxismo con su cuadro dedicado a la persistencia de la memoria, más conocido como el de los relojes blandos. No sería la única vez que lo blando aparece en sus creaciones pues está también su Construcción blanda con judías hervidas y, cercano, su Nacimiento de los deseos líquidos.

Él ha contado que la idea de los relojes blandos se le ocurrió cuando, habiendo terminado de pintar una marina de Cadaqués, se fue a merendar y, en vez de tomar la magdalena famosa, se untó un poco de queso Camembert en pan, lo que demuestra su finura gastronómica. Cuando volvió al estudio vio la marina, pensó en el queso blando y se dio en imaginar como la cosa más natural del mundo un reloj que fuera blando y así llevó al lienzo varios de ellos y los acompañó de sus moscas y de sus hormigas, de su ojo con pestañas extensas más alguna otra extravagancia, podría haber añadido tranquilamente una hoja de cálculo, una lata de la que sale la regenta o una procesión de urólogos ...

Preciso es, sin embargo, conformarse con lo que alberga el cuadro. Si lo traigo a colación es porque pienso que lo blando, que sedujo al enamorado de Cadaqués, bien podría extractar los males y las penurias que hoy padecemos pues lo blando se puede untar, un verbo muy conjugado -no se podrá negar- en la moderna España.  

Pero es que además de servir de resumen que nos alivie de escribir un ensayo sesudo plagado de notas a pie de página, la proliferación de lo blando serviría como bálsamo a tanta tensión como acumulamos. Imaginemos lo que sería disponer en nuestro paisaje del tesorero blando, de los papeles blandos, del yerno blando, de la búrbuja blanda, del corrupto blando, del rescate blando y del sindicato blando ... Todo, se convendrá conmigo, sería más llevadero y nuestros dolores de cabeza, al volverse blandos, no sería ni siquiera necesario combatirlos con aspirinas blandas. 

Nosotros hemos sido además pioneros pues, en nuestra Historia reciente, a la Dictadura del General Primo de Rivera la llamamos la “dictablanda” porque no mataba sino que se limitaba a practicar el insulto blando y las prisiones blandas. Hoy, se impondría la moda del subsecretario blando y no digamos el consuelo que supondría disponer de nacionalistas blandos que formaran en las regiones irredentas y sedientas de Estado una cadena blanda. 

Pues ¿y en el ámbito internacional? Una guerra blanda llevada con armas blandas sería más regocijante que las popularizadas por Gila. 

Así que tenemos un ancho camino por explotar porque lo que acertamos a ver a nuestro alrededor es un paisaje -la marina de Dalí o la calle de nuestra casa- donde no se oyen voces sino ecos blandos. No sé si nos damos cuenta de que estamos leyendo en un libro blando del que se han escapado las letras.



miércoles, 25 de septiembre de 2013

Alemania: lecciones de una noche electoral


(Ayer nos publicó el periódico El Mundo esta tribuna).

Quien haya tenido la oportunidad de seguir en los medios de comunicación alemanes las elecciones celebradas el pasado día 22 habrá podido advertir algunas  diferencias con nuestras prácticas. Pues resulta que son los alemanes unos tipos aburridos quienes no gustan de plantear problemas cósmicos acerca de su propia naturaleza (¿somos alemanes o bávaros, sajones o renanos?), ni de la estructura del Estado (¿somos federales, cuasi federales, confederales, autonomistas de primera o de segunda?), ni tampoco tienen partidos monárquicos que anden a la busca de un tierno descendiente de los Hohenzollern para entronizarlo y sustituir a la actual República ni nadie desea reconstruir la antigua y poderosa Prusia a pesar de las muchas horas de gloria que dio al orgullo teutón ...

Ninguna de estas emociones fuertes ha podido vivir quien haya seguido las incidencias y las noticias del proceso electoral que ha tenido lugar más allá del Rin. Más bien se habrá tenido que contentar con debates acerca de las guarderías o sobre el coste de la energía que ha aumentado como consecuencia del abandono por el gobierno de la señora Merkel de la opción nuclear tras el accidente de Fukushima. O sobre los alquileres de viviendas, la privacidad en las comunicaciones vía Internet, el trabajo doméstico, la ocupación de los abuelos con los nietos, las pensiones, la financiación de los hospitales, los médicos de familia, el trabajo del cónyuge que prefiere quedarse en casa, la lucha contra el ruido y otras cuestiones de este fastidioso tenor.


Dicho en términos de géneros literarios: poca poesía épica; por el contrario, prosa y, con respeto para los protagonistas, prosa pedestre. Nada pues de hazañas vistosas, sustituidas éstas como han sido por la discusión sobre humildes cambios en esta o en aquella ley o, más oscuro aún, en el reglamento sobre la asistencia infantil.


Para quienes buscamos las aventuras leyendo la Odisea, el Conde de Montecristo o el Buscón o iniciando un viaje exótico del que traer historias sacadas al oro de la tierra o a las entrañas de los mares, este sosiego de una campaña electoral nos parece una de las formas civilizadas de que dispone el ser humano para conducirse en sociedad sin atropellos ni aspavientos.


Nos sentimos aliviados quienes creemos que el delicado sistema democrático solo puede mantenerse si sus actores discrepan educadamente en lo accesorio pero creen en lo esencial. Quienes admiten los ingredientes básicos del invento para divergir tan solo en lo secundario; en fin, quienes no quieren cortar, en cada recodo de la Historia, la cinta de una nueva era del universo sino solventar modestamente y de la manera menos fastidiosa posible los problemas del vecino.


Precisamente por ello se exige a los partidos políticos alemanes la adhesión a la Constitución y a sus valores y principios fundamentales, entre los que se encuentran aquellos que componen la “cláusula de eternidad” y que son la estructura federal de la República, la participación de los Länder en la legislación de la Federación y la salvaguardia y protección de los derechos fundamentales.


A lo largo de la vida de la República, desde las primeras elecciones que estabilizaron el régimen salido del acuerdo con las potencias vencedoras, las leyes electorales se han modificado en diversas ocasiones para acoger variaciones como la mayoría de edad, el voto de extranjeros u otras cuestiones más técnicas. La última reforma ha ido dirigida a afinar la proporcionalidad en la atribución de los escaños, asunto que había sido planteado a los magistrados constitucionales en 2012. Como consecuencia de sus pronunciamientos, los partidos políticos acordaron una alteración de la ley que se ha aplicado ya en estos comicios de septiembre de 2013.


Adviértase la diferencia con nuestro país donde el Gobierno socialista anterior, consciente de la necesidad de buscar una salida a nuestro sistema electoral injusto y obsoleto, pidió un dictamen al Consejo de Estado en 2008 que este emitió en febrero de 2009. En él, con gran equilibrio argumental y fino apoyo técnico, se daban fórmulas bien precisas para abordar tal reforma, que duerme un sueño pegajoso, pesado y gris en alguna gaveta ministerial.  


En la hora presente, en Alemania, la atribución de los escaños se realiza combinando sabiamente los criterios mayoritario y proporcional porque cada papeleta que el ciudadano toma en sus manos contiene dos votos: el primero sirve para seleccionar, por el sistema mayoritario, al diputado de una comarca; el segundo va dirigido a un partido político que dispone de una lista cerrada en el espacio del Land para atribuir los escaños. Varias son las ventajas de esta doble forma de pronunciarse el elector: la cercanía a un candidato pues se vota a una cara y la proporcionalidad exigible a todo sistema representativo. Además, un elector puede votar de forma distinta y por tanto no está encadenado a una opción política única.


El Tribunal Constitucional de Karlsruhe ha obligado a afinar a la hora de la distribución de escaños, consecuencia de este segundo voto, con la mirada puesta  siempre en asegurar la máxima igualdad. Por ello surgen los escaños llamados “excedentes” y “de compensación” que aumentan el número inicial de escaños.


De nuevo adviértase la diferencia con nuestro medio, empecinados como estamos en la discusión sobre las listas abiertas o desbloqueadas, desaconsejadas por buena parte de los expertos pues tendrían un doble efecto demoledor: destruir internamente a los partidos y, al mismo tiempo, destruir la Cámara así elegida. 

Preciso es añadir que los escaños solo se distribuyen entre aquellas formaciones políticas que hayan obtenido al menos tres diputados por el voto primero o alcancen el 5% de los segundos votos emitidos en un Land. Esta cautela hunde sus raíces en la constante preocupación alemana de dar estabilidad a la Cámara y al Gobierno para conjurar los desgarros vividos en la época de Weimar.


En estas recientes elecciones la democracia cristiana (con su partido hermano bávaro) han rozado la mayoría absoluta. Con todo, se está debatiendo la búsqueda de un segundo partido para gobernar en coalición porque esa es la tradición que viene desde la época de Adenauer quien prefirió como pareja de baile a los liberales que luego seguirían siendo perejil de todas las salsas políticas: con Willly Brandt, con Helmut Schmidt, con Helmut Kohl, con la propia Angela Merkel. Hasta hoy que han sido barridos del mapa político.


Otra razón que avala la necesidad de un segundo partido en el Gobierno es la composición del Bundesrat que representa a los Länder y donde la democracia cristiana carece de la mayoría suficiente. Hacer obstrucción desde esta segunda Cámara a las propuestas legislativas que el Gobierno lleva a la primera (Bundestag) no sería precisamente una novedad en la historia reciente alemana.


De nuevo una enseñanza para nosotros: a nadie se le ocurre allí confeccionar un Gobierno a base de juntar a todos los partidos contra el que ha ganado las elecciones como ha sido frecuente en algunas Comunidades autónomas españolas. Por cierto con los desastrosos resultados que bien conocemos. Y ello porque sería entendido como un fraude a la voluntad de los ciudadanos.


A anotar además que el partido social-demócrata alemán -y lo mismo ocurre con los verdes- rechaza con firmeza cualquier pacto con los comunistas, representados por Die Linke, argumentando que nada les une a ellos en el terreno programático. Sépase que una alianza de todos ellos impediría la formación de un Gobierno encabezado por la señora Merkel. 

Y en tal sentido se han pronunciado los jefes de estas formaciones políticas en un debate ante las cámaras de televisión protagonizado por ellos a las dos horas de haberse cerrado los colegios electorales y que, en el lenguaje de los medios de comunicación, recibe el nombre de “ronda de los elefantes”. De nuevo una diferencia con nosotros: son todos ellos quienes dan la cara juntos y no por separado en sus respectivos refugios explicando ya en ese momento posibles pactos y acuerdos, aunque remitiendo la decisión definitiva a los órganos de su  partido. 

La participación ha sido alta: más del setenta por ciento. Vemos por último cómo el sistema tiene capacidad de renovación pues un partido histórico desaparece -con anuncio de dimisión de sus máximos responsables- y otros, aun sin entrar en el parlamento, pueden exhibir ya su perfil de fuerzas políticas emergentes. Tal es el caso de la “Alternativa para Alemania” o de los mismos “Piratas”. Justamente en esto, se convendrá con nosotros, consiste la esencia de los sistemas democráticos en los que es indispensable mantener una ventana abierta para que se produzca la necesaria ventilación y la dispersión de las miasmas. Lo contrario produce sistemas agarrotados o democracias escoltadas. 

Hay algo en estas noches electorales de lo que sí podemos estar orgullosos los españoles: el recuento de votos y la difusión de esa información se hace en España de forma mucho más ágil y transparente. 


Francisco Sosa Wagner y Mercedes Fuertes

sábado, 14 de septiembre de 2013

La vuelta de Gulliver



(Hace unos días me publicó La Nueva España esta Sosería)


Le preguntaban hace poco a un brillante rejoneador español cuáles eran los problemas que planteaba el traslado permanente de sus caballos de un lado a otro, incluso a través del Atlántico para torear en las plazas de América. Pues bien, este hombre contestó que uno al que debía prestar atención especial era el de la animadversión de unos caballos con otros. Ello le obligaba a cuidar de que se les  separara porque, si viajaban juntos, podían acabar en peleas y con ellas en heridas más otros estropicios malhadados.

¡Acabáramos! Es decir que entre caballos cuidados, bien alimentados, viajados, admirados
y acicalados, caballos que son la élite caballar, las celebrities de ese mundo a cuatro patas, los envidiados habitantes del Gotha equino, entre estos seres exquisitos resulta que existen las mismas pendencias -y sostenidas además con análoga tenacidad- que entre los empleados de las Cajas de Ahorros, de la oficina del Catastro o de la planta de perfumería del Corte Inglés. O entre los profesores de la Universidad, un gremio que algo conozco, y que saben poner un punto de maldad resabiada y de miserias como navajas, producto de sus temibles pujos científicos.

A partir del conocimiento de esta realidad uno se pregunta o yo pregunto a los biólogos y especialistas si las mismas rivalidades existen en una madriguera de conejos, en el rebaño de ovejas que tengo cerca de mi casa cuidado por unos gigantescos mastines y si, a su vez, el mastín está peleado con la oveja tal o cual o solo se enfrenta a sus hermanos de raza perruna. ¿Es verdad que en el parque de Oviedo riñen patos y pavos reales? Pues ¿y la colmena de abejas? ¿y el hormiguero veraniego? ¿y la charca donde chapotean dos docenas de ranas? Las tortugas que he visto en el Caribe, tan despaciosas y bobaliconas ¿andan también a la greña como los caballos del rejoneador? El desasosiego que todas estas preguntas causa exige una respuesta científica.

Aunque el caso de los caballos es muy difícil de asumir porque quienes hemos leído a Jonathan Swift y sus viajes de Gulliver sabemos que, en el cuarto de ellos, es donde aparece el mundo de los caballos, los Houyhnhnm, enfrentados a los yahoos (como el servidor y el correo electrónico). Y allí resulta que los Houyhnhnm -es decir, los caballos de joviales relinchos- son unos benditos adornados con perfecciones sin cuento, caballerosos y generosos, que por lo mismo no pueden soportar a los yahoos, seres humanos envidiosos, torvos, cultivadores exuberantes de todos los vicios imaginables: un asquito, en suma.

Por eso Gulliver, el viajero, se hace miembro de la comunidad equina y les admira tanto que les imita y se convierte prácticamente en un Houyhnhnm rechazando a los yahoos, para él alcancía de defectos y epítome de una maldad acumulada y refinada por siglos de vivir en la ancha alameda de la hipocresía y la impostura.

Pero, ay, el travestismo humano - caballar es difícil de lograr y por eso los Houyhnhnm le desenmascaran y lo expulsan de su logia. Solo cuando Gulliver es recogido por el capitán de un barco portugués, es decir, un yahoo, descubre que este es un hombre tierno que le protege y le ayuda.

Conclusión: como a cuatro patas parece que tampoco hay un futuro apacible, sigamos haciendo de bípedos. Acogidos a la esperanza de que en el fondo de nuestras vilezas, allá muy en el fondo, alguna vez habite el bien.