“Las ideas se tienen, en las creencias se
está” nos enseñaba Ortega cuando éramos jóvenes y nosotros rumiábamos estas
palabras para hacernos definitivamente con ellas, con su significado profundo y
formar nuestra modesta composición de lugar.
¡Ah, las ideas ...! Hay la historia “de las
ideas políticas” o de las “ideas filosóficas” que se enseñan como asignaturas
en algunas Facultades y me imagino que existe también lo mismo respecto a las
ciencias físicas o a la matemática porque se entiende que esas señoras, las
ideas, son el soporte de una ideología, de un ideario, de un conjunto de
representaciones, de conocimientos, de imágenes, de percepciones, de
impresiones o de lo que sea. Quiero decir con ello que las ideas han tenido,
desde Platón para acá, prestigio social y de alguien serio se decía que era
“persona de ideas firmes” con lo que el sujeto así calificado tenía ya un
trecho recorrido en el camino de la confianza y la fiabilidad. Por el
contrario, de alguien a quien hemos querido descalificar siempre hemos dicho
que “no tiene zorra idea” o “la más remota idea”.
En estos momentos, sin embargo, el crédito de
las ideas parece que está algo en entredicho, sepultado en el catafalco adonde
van a parar las antiguallas que ya no lucen. Porque es de anotar -y el lector
perspicaz lo habrá advertido- que se han convertido en un insulto en el debate
político y así no es raro que, al analizar una propuesta en este o en aquel
campo, nos encontremos con que el adversario de la misma esgrima que en ellas
“hay mucha ideología”. Véase el ejemplo ahora con la enseñanza o antes con la
sanidad o con la regulación de la supervisión bancaria etc. Tal parece como si
las ideas -la “ideología”- contaminaran el plan a llevar a cabo y este quedara
ya con ellas irremediablemente manchado.
Uno creía sin embargo que las ideas eran
baluartes del pensamiento y que lo lógico era que los grandes debates
estuvieran bien cosidos por las ideas a ellos subyacentes y que constituyeran
pautas para alumbrar soluciones satisfactorias. Y así las ideas liberales
servirían para reforzar la libertad del mercado, las de los ecologistas para
prevenir de los destrozos en la naturaleza que una iniciativa pudiera acarrear,
las socialdemócratas para recordarnos a los pobres y a las clases menesterosas,
y por ahí seguido. Es decir, algunos hemos pensado siempre que eran las ideas
-las políticas, las religiosas, las filosóficas ...- , junto a los grandes
descubrimientos científicos y técnicos, la palanca que ha movido desde siempre
el mundo. Aristóteles, Newton, Erasmo, Lutero, Rousseau, Marx etc han sido
señores que han dejado una huella en la humanidad porque han aportado ideas que
han contribuido a remover nuestras conciencias, a aliviarnos de prejuicios y a
sepultar tópicos y lugares comunes entre fantasías de nardos ya hechos cenizas.
Pero como sostengo ya no es así. Hoy la idea
o el conjunto de las mismas, dotado de cierta unidad y coherencia, es decir, la
ideología, se ha convertido en dardo envenenado a disparar contra el adversario político para arruinar
sus propuestas.
Todo esto es un poco disparatado pero habrá
que acostumbrarse a ello y saber que las ideas ya no pasan de ser sombras,
objetos voladores, estrellas heridas, almas muertas que bogan en los altos
cielos, cuerpos que resbalan, arenas fugitivas ... O un abanico de mil colores
que nos ayuda a ahuyentar la reflexión.
Me gustaria tener una idea que diera luz sobre los problemas que nos acosan, y descubro que no tengo ni idea y lo disfrazo diciéndome que sólo sé que no sé nada, luego pienso y creo que éso ya lo dijo alguien en el pasado.
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